Escribir o vivir

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Yo podría comenzar hoy, después de tanto tiempo, con Pavese: lavorare stanca. Habría dado algo por conocer a Pavese, especialmente para poder preguntarle cómo se hace para que semejante perogrullada sea acuñada como la bandera de la eterna queja currita, como uno de los oxímoron más poéticos y retranqueiros que podamos encontrar. Pavese habría sido un gran tuitero: a su huraña y altiva sobriedad le habría venido bien descargarse en pequeñas sentencias, en un limitado espacio de x caracteres. Vivir en Turín imprime determinado carácter :Pavese no pudo sobrevivirse a sí mismo, le sobrevivió su propio dolor, vistiendo de luto a la historia de la literatura. Otro italiano decía que no se podía vivir y escribir a la vez. No sé si estoy acuerdo con esto que decía Pirandello (la vita o si vive o si scrive), pero es una gran frase de camiseta; vamos, tanto es así que yo me hice una camiseta con esta frase y me ha servido para entablar conversaciones que no llevan a ninguna parte, algo así como un Tinder camisetero. «Pues yo creo que se pueden hacer las dos cosas, bueno, yo hago las dos cosas». «Qué frase tan tonta viniendo de un escritor» o, incluso, » ¿Quién es Pirandello, por qué llevas una camiseta con una frase en italiano?». En esos momentos es cuando me arrepiento de no haberme hecho la camiseta con la frase de Pavese: qué cansancio, qué trabajo, qué pereza me da esta «no conversación». Y me da pereza y cansancio porque no tengo ningún argumento aunque la frase me fascine, quizá porque me sucede como con los documentales de física o de macroeconomía: no entiendo un carallo y eso lo dota de una poesía de andar por casa que me fascina. Como los prospectos de los medicamentos, como la Ley de Procedimiento Administrativo: me provocan la perplejidad de escuchar una lengua ajena, de observar desde lejos y con una enorme fascinación algo que no es mío. Pero eso es otra historia y vamos al lío: ¿se puede vivir y escribir a la vez?
No sé si la vida es algo paralelo, anterior o posterior a la escritura. Lo que sí sé es que se cruzan fijo, y cuando digo se cruzan digo que chocan, se vuelven a separar, caminan de forma paralela para luego volver a converger y hostiarse muy a gusto. Vida y literatura son un caleidoscopio, esa palabra que siempre escribo mal (como metereología, qué cruz tengo con eso) y, quizá la escribo mal porque no soy capaz de hacer literatura cuando la vida está sobre mí. Me explico: a mí la vida me da por saco, pero bien, de vez en cuando; me supera y me agota, me quita cualquier ánimo de poner por escrito lo que sea. Y eso, como al pobre Felipe de Mafalda con los deberes, me llena de angustia: debería estar intentándolo, tendría que escribir esta historia que va por aquí y por allá, tengo un blog abandonado, para qué tenerlo si está moribundo. Y eso, todo eso, hace que mis pocas letras se me vengan abajo aunque, eso sí, escriba una pobre justificación en estas líneas, algo que quizá a nadie importe, pero que hace que yo me cuente las cosas desde una pantalla y me parezca que entiendo todo mucho mejor.
A pesar de mis camisetas con frases en italiano soy muy poco amiga de grandilocuencias. No tengo ni idea de si escribir es un acto revolucionario; en cualquier caso creo que vivir lo es más, mucho más, y es algo de lo que no hay escapatoria. De la literatura, de poner letras sea donde sea, podemos huir; de esa cronología comenzada en un cumpleaños, no. A lo mejor, y digo solo a lo mejor, lo que a algunos nos sucede es que no creemos en medianos ni pequeños actos de trascendencia que tengan que ver con nosotras mismas, y la palabra escrita, ay, sí lo es. Es posible que el espacio que va de un lunes a un viernes, con sus silencios domésticos y con toda su carga de prosaísmo, sea un acto mucho más revolucionario que un libro, que un post, que un poemario. O eso, al menos, decimos con la boca pequeña las grandes señoras vagas del mundo.
Me da un poco la risa cuando se habla de la pulsión de la escritura. Y me río porque, en el fondo, yo sí me siento mejor cuando escribo. aunque nadie lo lea, aunque a nadie le importe. Y, oigan, a lo mejor eso sí es el principio de una revolución mucho más personal, más silenciosa y con menos consecuencias. ¿Qué quieren que les diga? . Pues que lavorare stanca.
Nos vemos en los bares.
Algo más:
Sí hay personas que te leen y a las que les importa lo que escribes. Pero, es cierto, «lavorare stanca». Me incluyo en ese grupo de «grandes señoras vagas del mundo» aunque me apenaría que dejaras morir este blog… Y gracias por llevarme a Dominique A. (especialmente por las letras de sus canciones).
¡Ay, si no fuese por las lectoras fieles como tú, querida mía! Pues sí, lavorare stanca. Estuve en diciembre en Turín, delante del hotel Roma, donde Pavese dijo no a la vida y a la escritura. No sé si el blog morirá, quizá tenga que ir hacia otro lugar. Ya veremos. Oh, el divino Dominique A. 😉 Lo vimos hace unos diez años en Coruña y es un derroche de energía en el escenario, aunque ahora le sale todo muy dulzón, aunque también me gusta. ¡Gracias por venir siempre por aquí!
Escribir, vivir… tal vez soñar. Son heterónimos. Siempre vivir, siempre escribir. A no ser que escribir te cueste la vida.
Dear Gideon: ser invisible permite que nada te cueste la vida. Y mucho menos sería el escribir. Un beso.