Anchoas y Tigretones

Archivo para el día “May 13, 2011”

Dolores y ritmos

Hay que esperar a que salga el sol

Hace algún tiempo, antes de estos días pasados en medio de tormentas, leía una entrevista a Rosa Montero en la que hablaba del dolor, inmenso y caníbal, de la pérdida. Perder a un compañero, como fue su caso, y esa orfandad inmerecida, absurda e injusta, de que la vida siga, como si tal cosa, con sus rutinas de telediarios y rebajas, de horarios y ofertas de vacaciones, supermercados y lavadoras. Como si nada hubiera pasado. De cómo un mundo se para así, en seco, sin nada más, y otro sigue vivo aunque lo desconozcamos, sin verlo. Decía, en medio de la emoción, lo sorprendente que le resultaba la facilidad con la que los médicos ofrecían santos griales para mitigar esa "no-sed" de vida que se te queda cuando te amputan parte del amor. Para continuar con la rueda que incluye sentarse a desayunar sin derrumbarse ante los espacios vacíos, ante las nadas, de abrazar la química y no abordar ese sentimiento como algo propio y parte de los cromos que tenemos que cambiar con la vida. 

Puede ser que algunos sean más fuertes que otros. También que, y viva Perogrullo, no hay una felicidad constante ni tampoco mal que cien años dure. Pero no sé si atravesar el desierto con víveres lo hace menos desierto. Si ayudarse para superar el día a día con algo que remede al  bálsamo de Fierabrás (con receta de la seguridad social) convierte al que lo hace en alguien con menos mérito. No lo creo. También que los procesos son inevitables y que hay que pasarlos. Como podamos, claro : con muleta o sin ella. Ya hubo quien dijo aquello de que la felicidad de hoy era parte del dolor de mañana, C.S. Lewis, aunque siempre pienso en Anthony Hopkins. Lo que sí sería muy de agradecer es que la memoria no fuese canina, que el tránsito entre el daño y el recuerdo que emociona pero no hiere se pudiese hacer así, de golpe, moviendo el ratón del ordenador y creando carpetas y directorios: tus fotos conmigo, para acá, los días aquellos de risas, pacullá, las discusiones y lo mal que nos lo hicimos pasar, pa la papelera del reciclaje. También las resacas post ruptura tienen su doloroso reseteo: encontrar su camiseta, aquella que le quedaba tan bien, o darle vueltas y más vueltas al pensar si él, en el fondo, estará pensando tanto en ti y con tanto dolor como tú. O si, simplemente, te ha borrado de un plumazo de su vida. Y es cuando te das cuenta de que todo aquello quizás le ha pasado a otra persona, a la que era feliz en esa circunstancia, y que es una de las muchas que habitan en ti. Y que tampoco tiene la piedra filosofal, el amuleto mágico, la gracia perfecta de poder saber cómo situar todo rápidamente en su sitio y mirar hacia adelante. Que tampoco fue capaz de avisarte de que aquello era efímero, quizás, y que iba a dolerte, y mucho, acordarte de pequeñas bobadas. Pero es así.

Y qué jodidos y lentos son algunos procesos para extirpar dolores. Y es que ese, sin más, es el trato. 

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