Anchoas y Tigretones

Nostalgia del futuro

 

 

 

 

 

Los años pasan a veces apresurados y salvajes, sin dar tiempo a la memoria a dar cuenta y razón, te envuelven como un torbellino o te capturan al modo de Godzilla, no pisas ni el suelo, vas en volandas, todo es una sucesión de imágenes a cámara rápida y con banda sonora invasiva. Años, ya lo dijo alguien, apresurados, para beberse de penalty y pasar a por el siguiente, desbordando intensidad y soberbia, citas a pie de página, apartando lo asumible,  postergándolo todo para no pensar; años de conversaciones y muchos paraguas compartidos, de alcohol y experimentos, de correr hacia adelante y no mirar hacia atrás nunca.  Yo no sé si hay un intermedio justo después, si una pausa o quizás un necesario silencio. O te hagas mayor, que todo es posible.  O comience esa necesaria resaca que es la madurez o lo que es solamente acumular cumpleaños. El futuro siempre era vago pero te estimulaban a él desde el nacimiento: come para crecer, estudia para terminar, trabaja para conseguir. Estímulo, respuesta, causa y razón. A mí me gustaba más jugar a «verdad y consecuencia» y alejarme  de los mañanas esbozados con forma de Betty Draper que ya intuía en algunas. Pero la curiosidad era otra cosa. Y te llevaba a ejercitar la prospectiva a partir de de latas de conserva que guardabas cuidadosamente en la despensa, cuando todo lo que sobrepasase los fines de semana eran llanuras infinitas, inmensos territorios inexplorados. «Caduca en 1992», recuerdo nuestras carcajadas aludiendo a que tendríamos que comernos ese atún en aceite al mismo tiempo que se celebrasen las Olimpiadas en Barcelona, algo que sabíamos que sucedería, pero que entraba en el terreno de lo «improbable por lejano». ¿Dónde estaremos, qué sucederá antes, cogerá alguien mi mano mientras veo la ceremonia de apertura, viviré entonces aquí o mucho más lejos?. Hojeabas rápidamente, también, los calendarios que te regalaban a finales de un año para el siguiente. Yo era capaz de mirarlos con la contradictoria nostalgia que provoca el futuro sin hacer y me preguntaba qué sería de mí, si podría reconocerme en esa vaga y difusa figura del yo sin articular, deshecho en piezas. Es lo contrario, exactamente, de esa conocida del pasado a la que miramos con algo de condescendencia: inocente, parviña, qué poco sabías tú de la vida en aquel momento.

Podemos ser implacables, tolerantes, cariñosos con esa mujer que eras tú y sonríe desde la foto de una orla queriendo comerse el mundo, repleta de maquillaje ochentero y restos de acné. O la sonriente que lleva mochila y botas de montaña en un viaje por el centro de Europa. O aquella, también, que enviaba postales y cartas, recibía otras de amigos que no ha vuelto a ver pero que guarda en la misma caja de galletas de recuerdos dulces y alejados. Cambiaban las amigas en las fotos de cumpleaños,  empezabas a guardar también fotos de chicos que conociste y te conocieron, hay lugares del mundo que ya llevan un nombre de pila para siempre y sonríen o guiñan el ojo desde distintas esquinas del mapa que todos dibujamos en la cabeza.  Hablan y sonríen a la mujer que hoy ordena papeles y cosas en la cada vez más oxidada caja de galletas. Esta niña, aquella mujer, lo que seas en este momento. Mantengo con mi doppelganger de mi futuro inmediato una relación de cordial extrañamiento. Esta frase tan grandilocuente me la permito por millones de razones, entre ellas mi edad provecta y el hecho de que este blog sea gratis, no tenga publicidad, usted pueda irse cuando le dé la realísima, y yo estoy en mi día festivo. Lo de la edad provecta es verdad, una ya entra en una dinámica que ese futuro es imaginable a partir de las fechas de caducidad de yogures, bueno esto es un poco exagerado, digamos entonces que por cartones de leche o revisiones de la ITV. Esa revisión en la que acabas siempre pensando para tus adentros  «es imposible que hayan pasado dos años» y todos los tópicos sobre el paso del tiempo, lo bien que vivíamos antes, lo mal que viviremos mañana, etc. Pienso en los futuros en pequeño, en dosis abarcables para que se conviertan, paradójicamente, en un lienzo inmenso e infinito. Para que no me dejen abandonar mi asombro, o mi sorpresa, o, también,mi cabreo de antemano . De ahí la extrañeza que quiero guardar hacia esa mujer que seré, a la que ya conozco, pero que quizás me pueda sorprender. Por eso ya tengo cierta nostalgia de ella y de su futuro.

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Un pensamiento en “Nostalgia del futuro

  1. A min sorprendeume cando a revista 1984 tivo que cambiar de nome, porque a cifra deixaba de representar o futuro. Abraiado quedara de que algo tan afastado estivese xa no calendario.
    Bicos

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