Libero Marsell

Sin título y sin créditos. Ojalá fuese el joven Libero Marsell mirando hacia su futuro, pero me temo que no. 🙂 Pulsa en la imagen para fuente.
Pocas cosas hacen asomar mi lado más arácnido que el hecho de que me pregunten si me identifico con algún personaje de una obra literaria. Entendámonos: todas jugamos a vestirnos de ropajes de ficción y de ser otra u otro. En ese carnaval inventado escogemos los rasgos más románticos y cool de un personaje, precisamente porque sabemos que no podemos extrapolarlo a la realidad. Qué duda cabe que ante la ficción y la vida una elegirá siempre la vida, especialmente porque no sería nada recomendable- si apreciamos en algo nuestra supervivencia- ser el pirata de Espronceda, la Tess d’Auberville, el Pijoaparte o Sal Paradise : gran parte del atractivo de escoger y jugar es que rompemos la baraja, nos ponemos el traje gris de cotidianidad y cerramos el libro. Y, punto y aparte, hasta otro alter ego en otro momento.
Toda esta falsa teoría- que de cierta solamente tiene que es un error confundir literatura y vida, autor y personaje, escritora y autobiografía- se me viene un poco abajo con las llamadas bildungsroman o novelas de aprendizaje. Ahí se me va todo al garete, amigas: Stephen Dedalus, Lázaro de Tormes o la Nan de El lustre de la perla, Holden Caulfield, Pip de la Forja, Daniel el Mochuelo, sabed que soy vuestra escudera. Lo soy o lo era, quizá, porque os vais por el sumidero con Libero Marsel, qué le vamos a hacer si siempre somos más del último que llega. Qué jodido y raro es enamorarse de un personaje tanto: ese amor que va por encima de enjuiciar o de sentir su moralidad como propia, de aprobar o reír sus cuitas y desventuras, de perdonar, incluso, sus barbaridades. De sentir cómo le adviertes («No, Libero, no, eso te va a hacer sufrir») o de aplaudir su contenido lirismo. Ay, Libero, que tanto has aprendido de las mujeres que te harás sin querer una lectura feminista de la vida sin darte cuenta. Libero, Libero: que menos mal que nos tienes, hijo, menos mal.
Leo Actos obscenos en lugar privado cautivada sobre todo por su título y asisto a una muy mejorada educación sentimental, una reubicación en el mundo de un joven que crece y se hace entre Milano y París, con la sensualidad y el sexo-variables casi siempre parejas,casi siempre distintas- como telón de fondo, tanto de esa necesidad de encontrar su lugar en el mundo como del saber realmente quién es. Y lo hará por caminos que serán familiares para quien lea. ¿Por qué? Pues porque gran parte de la cartografía de esta novela es una llamada a la imaginación colectiva, unas imágenes vibrantes y magnificadas que tienen aquí trasunto de paisaje narrativo y que aluden a muchos de los lugares comunes de la época: si Libero vive en el París de finales de los 70 pues irá a Deux Magots. y se sentará en el lugar donde se sentaba Camus, justo porque acaba de leer El extranjero y está tan sumamente fascinado por esa lectura como lo estamos todas ante un primer descubrimiento literario. Pero Camus ya ha fallecido y en su lugar conocerá a otro hombre que también tiene mucho que ver con la frialdad de vivir, que es Sartre. Libero leerá, aprenderá mucho de los libros y de su trabajo en uno de los bares más literarios del imaginario colectivo occidental, de su habilidad para formar tertulias, de la universidad y de las mujeres que lo rodearán en esa época, auténtico centro de la novela y auténticos pilares de esta historia o, quizá, de todas las historias. Libero redescubrirá a su padre, en la distancia y la ausencia (ay, el duelo, la orfandad cuando aún no eres un hombre, cuando no eres adulta ni nada), encontrará el ansiado y omnipresente sexo, volverá a Milán tras una ruptura demoledora. Y Milán, con su luminosa, helada y señorial majestuosidad, le guiará hasta el adulto que está ya agazapado en el petit Libero que ha salido de París: el que descubrirá más y mejores formas de amor, menos literarias, más reales. Será el que irá en motocicleta con su amigo Lorenzo y un chucho con nombre y apellidos (si tengo un perro le pienso poner Palmiro Togliatti, que lo sepáis), el que olvidará a tantas mujeres como muescas hará en la barra de la taberna de Giorgio, el que perderá mucho para encontrar a aquella a la que amará, la que hará que dé un vuelco a aquello en lo que trabaja para encontrar su verdadera vocación. Pero antes, para llegar a eso y fuera de los juegos y azares extraños del amor, follar, lo que se dice follar, Libero follará muchísimo, pero no es excesivamente importante aunque ocupe tantas páginas, tanta reflexión, tantas expectativas y tanta espera. Habrá mujeres a lo largo de todo el camino que, casi, podrían ser una, pero serán dos y(o quizá finalmente tres): una madre que lo conduce hacia una vida no buscada, pero a la que acabará conquistando, entendiendo y queriendo cada vez más y, también, la bella y esquiva bibliotecaria Marie. Si existe en esta novela un personaje con el que el riesgo de caer en esa empatía que siempre señalan las reseñas cutres (y que, como he dicho, despierta mi lado más arácnido) es Marie. Marie, joven bibliotecaria, culta e independiente, a la que siempre imagino entre vahos existencialistas y discusiones con boinita calada y camiseta de rayas. Marie, la libre, la deseada y de nadie Marie. Porque lo que aprende también Libero es que, para muchas mujeres, el problema no es encontrar el amor, es que el amor te encuentre a ti: que los hombres con los que compartir la vida sean capaces de ver algo más que un perfil de sensualidad desbordante. Que no suceda, que no te conformes, hace que siempre una se decepcione, aunque se vuelva a intentar, quién sabe.
Actos obscenos en lugar privado es, claro está, una novela de construcción. Construcción a través de las lecturas, del cine : desde Milan Kundera a Dino Buzzati, pasando por Malamud; de los salvajes alaridos de La chaqueta metálica a la belleza melancólica y trágica de Una giornata particolare, con el hermoso Mastroianni regando las macetas. Pasear por esta novela es hacerlo por el bosque cultural, incompleto y ambiguo ¡tan plagado de fantásticas incoherencias! de nuestras primeras épocas de voracidad lectora y cinéfila, de ese mundo que te quieres comer verso a verso y que podrá comerte en cualquier momento. Ese mundo de «pisábamos los charcos, tan lejos estabas» que cantaron alguna vez, y para mí, Golpes Bajos. Pero, claro, llevar la música y la literatura al terreno de lo propio es convertirse en un lector excesivamente permisivo. Algo, como en el título de esta novela, particularmente obsceno.
Bonus Track
Os dejo una entrevista con Marco Missiroli y si os queda la chaqueta de punto como a él podéis dejar un comentario, gracias. Si no, también podéis dejar un comentario, gracias.
Atti osceni in luogo privato está editada por Feltrinelli . La traducción al español la hizo Carlos Gumpert para Salamandra y es magnífica.
¿Cuál es el middle name de Holden Caulfield?
Seymour, no lo sabía, ¿puedes creerlo? He tenido que ir a san Google. Ah, la sabiduría del pez banana.