Anchoas y Tigretones

Archivo para el día “diciembre 24, 2016”

Las certezas de lo vivido (párrafos en Navidad)

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Ilustración de «A Christmas carol» de Charles Dickens. La tomo de Pinterest sin info de derechos. Pulsen en imagen para ver origen.

Es verdad que el tiempo nace tocado de muerte. También que la peor añoranza es la de aquello que no hemos tenido, bien lo sabía Dickens. En La Navidad cuando dejamos de ser niños el escritor de barba imposible y que es conocido por otra Navidad con moraleja, nos lo cuenta: no hay peor nostalgia que la de aquello que no se ha vivido. Y la Navidad es de lo que mejor se presta a una magnificación en el recuerdo, a las primeras luces que avistabas encaramada a un banquito de madera en una galería de la calle Real, al olor a castañas y calles atestadas, a los Reyes Magos en el Ayuntamiento, al calendario de Adviento que comprabas en Porvén, a las sonrisas con pecho de estrellas de los pastorcitos de Ferrándiz.  A poner un árbol setentero y de colorines, a recortar pañalitos de papel para las lavanderas del Nacimiento que ponías en la entrada de casa,  con un ángel en el portal que se parecía a un profesor que luego tuviste en la universidad. Diciembre era y es una cuenta atrás, un borrón y cuenta nueva con el premio añadido de nuevos juguetes y cuadernos sin estrenar; era soñar con la benevolencia de los que tienen que juzgar si hemos sido buenos y recompensables el seis de enero. La Navidad agrandaba el corazón y hacía del tiempo de espera una escalera de peldaños que subíamos sonrientes y apresurados, queriendo enviar postales hasta a los amigos del colegio con los que compartías merienda y pupitre. Esperabas  despertar el día 22  con el soniquete en pesetas de los niños del Colegio de San Ildefonso,  nunca sabíamos pronunciar ese nombre y los niños cantarines nos daban un poco de pena porque eran huérfanos. La orfandad era algo, entonces, como de cuento de la cerillera y también muy Dickens. La orfandad, a diferencia de todos los recuerdos que una ya no sabe si vienen o van, era real y solitaria, es real y solitaria. La vida adulta también lo es, lo era, real y solitaria. Por eso, la Navidad ahora, en este mundo tuneado de Instagram, no deja de ser una suerte de utopía vivida a medias, un recuerdo exaltado que incluye también lo que habríamos deseado que fuese, lo que queremos que sea. La ilusión era legítima y real, el sueño también. Pero, como todo, el tiempo borra esa frontera entre aquello que deseamos y que, quizá y solo quizá, pudimos imaginar como un pack perfecto queriendo,como el ángel  Clarence de «¡Qué bello es vivir!»,  conseguir nuestras alas de una vez por todas.

Por eso, querido Dickens, te adoro: porque más allá de Scrooge y de los niños con pies sangrantes, por encima de ese Copperfield por el que sentias predilección y saltando de la forja al club Pickwick, consigues en un folletito explicar, o no, lo que es, o no, ese vuelco al corazón que nos da a muchas cuando llega diciembre: un tenaz ejercicio de nostalgia de lo que desconocemos si hemos vivido. Porque teniendo literatura, quién coño quiere certezas.

Charles Dickens La Navidad cuando éramos niños Alba Brevis, 2016

He escrito muchísimo sobre Navidad. En el buscador del blog tecleen «Navidad» y voilá.

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