Anchoas y Tigretones

Niñas que son como Sally o como Claire

sally

Mustang Sally

 

Las niñas siempre eran vestidos de nido de abeja, chaquetas de punto a juego, quizás alguna marca redonda de mercromina (Curo-Cromo decíamos nosotras) en las rodillas. Las niñas de la tele eran siempre hacendosas y responsables, eran hijas de Michael Landon y tenían un libro en el que leían oraciones y aprendían a ser ciegas y a tener pecas. Las familias eran un domingo y un globo de premio. También había niñas que vivían en California en familias numerosas y muy setenteras, niñas que tenían que seguir por el libro el patrón establecido de la niña, algo contestonas, rebeldía medida y justa para dar juego, con pantalones de campana y camisas de cuadros, algunas anudadas a la cintura, avanzando el futuro de poster central del Playboy.  También había niñas ácratas con maletas llenas de dinero, solas y con una vida tan destartalada como su casa, con padres ausentes y de fuerza avasalladora. Niñas góticas y extrañas, niñas como Miércoles Addams, niñas malvadas cuya rebeldía era meter ratones en los pupitres de compañeras de clase.  Las niñas de la tele, de las series de la tele con las que crecí, eran un coñazo absoluto, unas comparsas en un mundo tan masculino, tan madrecitas y tan grises, tan formando parte del decorado, tan incrustadas en su «sota, caballo, rey». Tan supervivientes y tan derivadas de los mundos predeterminados de Enyd Blyton, de que podías dar tu nombre a una serie de novelas sobre una niña danesa detectiva, pero a la hora de la verdad, la colección se terminaba porque ella abandonaba sus estudios para casarse. Con un ingeniero. Virgen Santísima.

Qué lejos estaban las niñas, las adolescentes de la tele de Moll Flanders, de Lolita, de Jacy Farrows.  Y qué cerca de ser mujeres del siglo XXI lo están algunas de las que salen en la tele de ahora. Quizás todo empezó con la juguetona Audrey Horn en Twin Peaks, la  eterna adolescente que es Lena Dunham en Girls, la descarriada hija de Marty Hart en True Detective.  Y luego, aparte de todo, están ellas dos, Sally y Claire. Sally Draper, consciente desde niña de llevar una incógnita por destino, indiferente e intensa, silenciosa e insinuante. Sally tiene un bisturí en la mirada con el que disecciona el elitismo desencantado de su madre, la falsa apariencia de chico Kennedy de su padre,  las mentiras y las puertas entreabiertas de los matrimonios. A Sally la invita su madre a fumar por primera vez, buscando en esa hija con la que compite en afectos y que pretende tener a raya, un alter ego, una imposible relación de amistad o de confianza. Sally sabe también jugar las cartas de la verdad con su padre, no necesita del espionaje para desenmascararlo. Sin escándalos. Con el arma de la verdad. Y juega a ser lo que no es, a la displicencia, a la altivez, a las compañías de otras chicas fumadoras. Sally que se acaricia viendo la tele, que acaba reconociéndose como responsable de sus hermanos, huérfanos en una familia perfecta.  Sally, que tiene todos los triunfos en la mano para caer en la misma madriguera que Alicia, pero que será capaz de darle un corte de mangas a la reina de corazones y de irse de copas con el gato de Cheshire. O de caer y no salir nunca de un lugar habitado por ella misma. Quién sabe.

Hermanos mayores que se las saben todas

Y Claire. Claire que podría haber crecido en la Factory de Warhol y lo hizo en una funeraria. Claire que conoce la muerte tan de cerca, la vida al borde de cualquier cosa, la búsqueda de respuestas en las braguetas de los chicos más populares del instituto. Claire malencarada y autodestructiva, quemando etapas y añadiendo muescas a su corazón. Sin olvidos, con rencores, aprendiendo de lo malo casi siempre. Claire con su bagaje de cabreo infinito, con su atormentado ego y su nula autoestima. Pelirroja y solitaria, popular sin quererlo, Claire lleva cristales en los bolsillos y recoge las migas de los amores. Una niña que comprende que las familias son incomprensibles, un hábitat tan artificial como un terrario en un chalet de fin de semana. Que habla con los padres tan ausentes, tan presentes en la memoria. Familias que, al final, son siempre lo que llevamos encima, para bien o para mal.  Veo en un flashforward lo que será la vida hacia la que ella conduce en el último capítulo. Y me reconforta saber que sus instantes tendrán una memoria del futuro. Y adoro la mujer en la que sé que se convertirá, por lo mucho que he sufrido por ella en varias temporadas.

Hay niñas de la tele con las que me gustaría encontrarme en algún lugar de futuros compartidos y poder invitarlas a una copa. Y fumar un cigarro, que es algo que todas las niñas raras ( con Margot Tennenbaum a la cabeza) aprendimos a hacer en soledad. Y, coño, por placer.

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2 pensamientos en “Niñas que son como Sally o como Claire

  1. MND 5.1, 1814-18 en dijo:

    Hoy no he sido nada feliz leyendo esto, no porque no me guste la redacción sino porque me entristece el contenido (y siempre prefiero la semántica a la sintaxis). Sin embargo, seguiré viniendo por aquí cada vez que se abra la puerta.

  2. A mí tb’ me gustaría encontrarme con….. pero (no sé quién lo dijo y si se dijo) los únicos paraísos, los verdaderos, son los perdidos… los q hemos (re)construido y probablemente ni existieron como los imaginamos nosotros; como esas niñas q no lo son pq son… mentirijilla. Son actrices 🙂

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