La ficción (de/y) las mentiras (2)
Cartel para España de «En la casa» de François Ozon tomado de la página de Filmaffinity
Inventar otras vidas, transportarse, mirar por la cerradura, levantar el tejado de las casas. Ver para saber, imaginar y crear. Llevar el lápiz, (¡otra vez!) para plasmar ficción en cualquier momento, otear el vestido de Primera Comunión dejado sobre el sofá y entrevisto a través de una ventana, estirar el rabillo del ojo para ver cómo se coloca bien unas medias la secretaria de ese dentista, o cómo sirve la sopa la madre de familia . Es descubrir a pinceladas ese esqueleto oculto de parque arqueológico. Es conocer el poder y,sobre todo, encontrar al que no lo tiene: escribes y tienes un abrelatas de ficciones, de mentiras, de otros miles de cuadernos empaquetados desde un último cumpleaños, de espejos y lupas posibles. Escribir biografías, proyectarlas, que se hagan verdad y mentira, construirlas y derribarlas con el cabreo del niño que no consigue la última pieza del puzzle. Y bucear dentro de ellas, algo que ya me gustó mucho que sucediese en Rosalie Blum. Y que convierte lo anodino en extraordinario.
Y qué mejor que hacerlo al alimón encontrando un maestro que te vaya susurrando, casi, lo que debes crear. Tiene un punto de monitorización perversa, claro que sí. Pero los prismáticos de Claude pueden moverse a placer y, al bajarlos de golpe, podemos ver el suelo que pisamos. Y no es otro que el mismo de hormigas y papeles arrugados que hay en las vidas que idealizamos. Porque todos los discípulos, en algún momento, sueñan también con matar al padre.
Claude no sé si es un poco Pijoaparte, o Antoine Doinel, o, ni siquiera, si es realmente Claude. Hay quien guarda su talento exhibiéndolo como sus propias pupilas,desconocidas para el que las posee, cautivadoras y apasionantes para el que las contempla. Tiene Claude frescura y desvergüenza, candidez y crueldad inadvertida, es un niño de cine francés de todas las películas francesas. Es quien brota a la sensualidad añorando otras edades antes de morder los labios y brazos de la inevitable mujer madura, es el tenaz reportero literato que se camufla y mimetiza con sus personajes, es casi un chico de la moto sin moto, es el adolescente que tendría que fumar y perdonar vidas, es la mirada cargada de travesura y poder, seductor y temible, desvalido, indefenso y genial. El voyeur que trae pasteles para el postre de la comida del domingo. También es el cangrejo del poema de Prevert . Y el director de orquesta de tragedias. Que también pueden ser ficticias. Y, al contrario que en Ruby Sparks, parece que nada tiene vuelta atrás. Porque la metaficción se ha tragado los espejos. Qué cabrona.
Claude y François Ozon consiguieron que yo entrase en la casa. Y lo que me ha costado salir.
En la casa (2012) François Ozon Ficha en Imdb
Con esta presentación no hay forma de dejar de verla sin tener mala conciencia. Manipuladora 😛
A min tamén me quedan ganas de ir. Non sei como organizarme.
Benzón pola brillante crónica.
Bicos