En un cuaderno Moleskine (22): una ciudad en verano
Imagen tomada de http://www.vintag.es
Para MJ, Pi, Hache, Clara
Ya hemos hablado aquí, creo, de ese estado de duermevela o mejor dicho, de siesta entrecortada que trae el verano. Una siesta que hace que, a veces, creas que estás en un paisaje de edificios abandonados, medio sitiados por una precisa e intensa necesidad de huida. Pasar unos días en otra ciudad, en medio de un mes ajeno a sí mismo, despojado de toallas y de su carta de naturaleza, la que habla de ferragostos y gente que, de golpe, pasa a apellidarse Rodríguez, de silencios en los pisos de arriba en los que no vive Marilyn ni nadie guarda la ropa interior en la nevera. Algunas grandes ciudades se llenan de personajes sustitutos, de nuevos inquilinos, de ávidos compradores de abanicos y souvenirs patéticos y de, cómo no, buscadores de aires acondicionados en la interrumpida quietud de los museos. Y te ves a ti misma participando de este confuso ballet de turistas nada accidentales, los que dejan de ser viajeros y se esfuerzan,con su mapa en la mano, en conquistar ese nuevo territorio, en adoptar todas las dinámicas esperadas del look de sandalia y riñonera, de la botella de agua que quieres imaginar helada, del sarcasmo que habita, de un modo extraño, en los tickets de las consumiciones en las terrazas.
Pero también ves los momentos de cómplice soledad en los cuadros de Hopper, reconoces la genialidad atormentada y salvaje de William Blake, y navegas en medio de la portentosa y onírica imaginación de Piranesi. Y tienes una conversación absolutamente flipante sobre Prometheus con una taquillera de gafas supertrendy que se define a sí misma como muy freak. Pero nada tendría sentido si una amiga no te ofrece su casa y te lleva y te trae a todas partes, otra viene desde lejos para reunirse contigo, otros amigos te invitan a cenar, ríes, haces confidencias (a mediodía y a medianoche), paseas, tomas cañas y gintonics, comes mucho, hablas como un loro verborreico, duermes poco y te sientes agradecida y reconfortada. Y adoras ese ritmo nada impasible, tan expresivo, intenso y emotivo que te dio Madrid, un mes de agosto de un año que podría ser el 2012.
Porque se que es literatura que si no pensaría que hablas de un día de agosto de mi propia vida.
¿Has visto cómo se camuflan las cosas, Pilarinking?
jo, me ha encantado el post, ya sé que es de un vulgar orejudo decir esto, pero ahí se queda. Me han encantao los destellos de cercanía incomprensible que te da viajar, escaparte y estar solo. Y pienso en Sábato y en las conexiones accidentales y pienso en que está de moda denostar la red social y me dan ganas de troncharme de risa 😉 Muchas gracias!
Denostar, denostar..nosotros somos más de gintonic y despotricar 🙂 Gracias a ti por tu tiempo y tu generosidad.
Qué honor, formar parte del garabateo de ese cuaderno moleskine que un día veremos hecho bitios de ePub. I hope, I hope, I hope.
Todo se andará, Hache, todo se andará 😉
Rayando el suelo con los dientes. Envidia de la mala, mala después de leer la descripción del fin de semana. Ays…
Pedrito, en nuestro descargo diré que no paramos de hablar de ti 😉
Acabo de hacer la misma ruta que usted, lady Sigrid. La del verano en la capital con temperaturas insolentes, museos atestados de cazadores de aire acondicionado y conversaciones flipantes sobre cine entre cascos vacíos de cerveza recalentada al sol. Dicen que Madrid en agosto es una ciudad casi fantasma, en la que sólo permanece el que no puede huir a un lugar mejor, pero a mí nunca me ha gustado tanto como en estas semanas en que la vida se detiene a tomar aliento y yo siento sus calles y garitos sólo míos y de mis amigos, como si fuésemos esos halcones nocturnos de Hopper que se quedaron a 7.000 kilómetros del Thyssen…
Está claro que nos vamos cruzando por miles de sitios: desde Viñetas a los Madriles. Tienes razón: puede ser una ciudad fantasma, de halcones nocturnos (esos tan lejanos, ay), pero es cuando la sientes más tuya y más íntima. Y me encanta lo de que una ciudad se detenga a tomar aliento, es la posibilidad de poner un exlibris a esos días. Un beso, Jero, gracias por pasar por aquí 😉