Anchoas y Tigretones

Archivo para el día “agosto 21, 2012”

En un cuaderno Moleskine (22): una ciudad en verano

Imagen tomada de http://www.vintag.es

Para MJ, Pi, Hache, Clara

Ya hemos hablado aquí, creo, de ese estado de duermevela o mejor dicho, de siesta entrecortada que trae el verano.  Una siesta que hace que, a veces, creas que estás en un paisaje de edificios abandonados, medio sitiados por una precisa e intensa necesidad de huida.  Pasar unos días en otra ciudad,  en medio de un mes ajeno a sí mismo, despojado de toallas y de su carta de naturaleza, la que habla de ferragostos y gente que, de golpe, pasa a apellidarse Rodríguez, de silencios en los pisos de arriba en los que no vive Marilyn ni nadie guarda la ropa interior en la nevera.  Algunas grandes ciudades se llenan de personajes sustitutos, de nuevos inquilinos, de ávidos compradores de abanicos y souvenirs patéticos y de, cómo no, buscadores de aires acondicionados en la interrumpida quietud de los museos.  Y te ves a ti misma participando de este confuso ballet de turistas nada accidentales, los que dejan de ser viajeros y se esfuerzan,con su mapa en la mano, en conquistar ese nuevo territorio, en adoptar todas las dinámicas esperadas del look de sandalia y riñonera, de la botella de agua que quieres imaginar helada, del sarcasmo que habita, de un modo extraño, en los tickets de las consumiciones en las terrazas.

Pero también ves los momentos de cómplice soledad en los cuadros de Hopper, reconoces la genialidad atormentada y salvaje de William Blake, y navegas en medio de la portentosa y onírica imaginación de Piranesi.  Y tienes una conversación absolutamente flipante sobre Prometheus con una taquillera de gafas supertrendy que se define a sí misma como muy freak.  Pero nada tendría sentido si una amiga no te ofrece su casa y te lleva y te trae a todas partes,  otra viene desde lejos para reunirse contigo, otros amigos te invitan a cenar, ríes, haces confidencias (a mediodía y a medianoche), paseas, tomas cañas y gintonics, comes mucho, hablas como un loro verborreico, duermes poco y te sientes agradecida y reconfortada.  Y adoras ese ritmo nada impasible, tan expresivo, intenso y emotivo que te dio Madrid, un mes de agosto de un año que podría ser el 2012.

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