Menú para dos
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Imagen tomada de vintagemetalart
Para Fran, que cocina mucho.
La conversación siempre empezaba del mismo modo. Ella preguntaba: «¿Comida favorita del día?» . Y él, poniendo todo el interés que se pone en lo que se repite y abre nuevos capítulos, invariablemente contestaba: «la cena».
A ella le encantaba el desorden, el caos, lo improvisado. Abrir la nevera y, como en un caleidoscopio, ir disponiendo los colores y las formas, todo lo que encontraba encima de la mesa. Sin orden ni concierto. Por eso le gustaban tanto la merienda y el desayuno : allí se mezclaba el amarillo de la mantequilla con las pardas aceitunas, el jamón envuelto en papel blanco de charcutería y los patés mimados en sus tarros de cristal. Partir el pan en pedacitos, en cuadrados, en triángulos, en rebanadas de capricho y rareza. Él se reía porque, en el fondo, pensaba que aquello no era comida. Eran juegos de niños, cacharritos y muñecas, la fiesta del té de Alicia con peluches inmóviles en las sillas de juguete. Todo lo que ella disponía sobre el mantel floreado para compartir le recordaba a las comiditas que salen en los episodios de Los Simpson: colorines, formas infantiles, imposturas deliciosas. A ella, todo lo que él cocinaba, y que aplaudía como loca, le parecía tan solemne como una ceremonia personal. Él usaba ollas y cazos, todo tipo de impedimenta: horneaba pasta, le hacía probar el punto de los arroces, la delicada textura de una salsa, le pintaba bigotes de chocolate avanzando el deseo de la sobremesa.
Con el tiempo, y sin decidirlo, ella empezó a merendar dos platos y postre. Él, en cambio, comía y cenaba retales de nevera.
Se entendían tan bien que montaron en su casa un restaurante de horarios anárquicos para dos comensales.
Bon apetit!!!
Bicos
Que mierda de circulo vicioso, con tanto cambio de nombre.
Manda cojones.