En un cuaderno Moleskine (20): colofones
Del archivo en Wikipedia de Alice’s abenteuer im Wunderland, ilustraciones de John Tenniel
Parece que alguien ha cerrado la puerta, con motivos más que suficientes, y leo esta entrada que ella escribe en el cuaderno:
«No creo que haya que darle vueltas a cuánto tiempo, sí a de qué modo. A la intensidad, a la sorpresa, al desconcierto. A haberme guardado en el bolsillo todo lo necesario y llenarte de spam tan prescindible . Aprendí a navegarte, sin cuadernos de bitácora que comienzo a escribir ahora, sin naufragios, pero sí con cambios de rumbo. Olvidé, qué soberbia la mía, los instrumentos necesarios para la construcción y las normas más básicas de la arquitectura : lo sólido no tiene por qué sobrevivir. Los paisajes urbanos están plagados de orgullosos edificios desconchados, humillados por la crisis y la desgana, envueltos en un patchwork de publicidad hecha a golpe de cursillo básico de diseño y de ofrecimientos de trabajos por horas. En un tiempo, antes, yo sabía el camino hasta tu casa, saltando entre los charcos, recorriendo ese tablero del juego de la Oca, esquivando las malas jugadas y cayendo en algunas trampas. También aprendí a resguardarme en el portal esperando que la lluvia terminase. Y subí persianas para que entrase la luz, enmarqué las fotos del verano, te las devolví. Y también fui una despótica Reina de Corazones. Y por saber que estabas ahí eché pulsos a tu paciencia, perdí los papeles, los mapas, las formas. Hasta que reescribí un juego en el que tú sentías que sobrabas. Y ya no quisiste ese parque conmigo nunca más, ni perder el tiempo ni ganarlo. Y guardo mi pan con chocolate, mis papeles y mis sonrisas, el arrepentimiento y las ganas de reparar algo sin saber cómo. Y, además, de haberlo intentado. E imagino que el mundo da la vuelta cuando es así, aunque deje la llave, siempre, debajo de la maceta de la entrada.»