Mundología y haikus
Una vez le dijeron que se le notaba que tenía mucho mundo. Por más que se miró en los bolsillos no encontró ni rastro de esa bola redonda y gigantesca, que giraba con rapidez sobre un soporte, colores y formas, nombres aprendidos y otros impronunciables, encima de la mesa de alguna profesora. Se quitó las gafas y observó con cuidado los cristales, para ver si incluían algún invisible resquicio de pasaporte, de sello colorista, de clave de agente secreto que los demás pudiesen ver y ella no.
Tener mundo, mundología, se le antojó un tatuaje invisible adquirido en horas extremas. Para alguien era el modo en el que desplegaba naturalidad ante muchos avatares. La empatía forzosa de adaptarse. El tragar, de golpe, sin respirar y sin onza de chocolate de premio, algunos jarabes que no iban a curar pero que eran el impuesto necesario para subir un nivel más del videojuego. Para otros, en cambio, era un derroche sereno de buenos datos en la conversación sobre ciudades y lecturas, cócteles y citas al pie. Esa mundología era, por tanto, un casi enciclopédico conocimiento del medio, esa habilidad, glamurosa y un tanto indolente, snob y poco práctica, de acotar el hilo de las conversaciones. Seleccionar, cortar y pegar. Y crear un hermoso cadáver exquisito verbal y perecedero. Cúanto mundo.
Realmente la mundología de la que hablamos se sustenta en la paradoja de lo prosaico. Imagino un gigantesco perchero de egos y caracterizaciones, de disfraces coloristas que tienen sentido sólo en Carnaval. Tras las lentejuelas y la función de noche veo a las vedettes saliendo por la puerta de atrás del teatro con su barrita de pan para la cena y sus doscientos gramos de jamón york (quizás con un tomate). Y pienso en los haikus encadenados de los Twitters y los Facebooks, en las boutades agresivas y no tanto de los tertulianos, en las invectivas de los gurús y en la falta de suelo debajo de todo. Una gigantesca nube de humo virtual y un medio que es, realmente, el mensaje, pero que en aras de cierta mundología ya ha mutado en otra cosa. En un constante «cómo molo» y en, como decía alguien, un síndrome de gratificación inmediata. La ansiedad por molar más que otros nos hace ser cada vez más más mercaderes de nosotros mismos. Puras estrategias, al fin y al cabo. O es que, quizás, la nueva mundología sea ese pasaporte necesario para sobrevivir en otros terrenos. Desplazando el origen, claro.
«…los haikus encadenados de los Twitters y los Facebooks». Un hallazgo 😉 Ah, y me doy por aludido, como miles de mercaderes de sí mismos que intentan «molar» en las redes, pero no me avergüenzo: me hace feliz (porque tampoco pasa nada si no molo y porque, sin duda inmerecidamente, tengo una «audiencia» sensible e inteligente XD )
Exactamente, querido Pedro, has dado en el clavo, como siempre. Esa es la idea. A mí, lo que me desconcierta un poco, aunque reconozco que también como partícipe, es que empezamos a valorar de forma un tanto desmesurada las reacciones a los posts, a los comentarios, a los silencios…nos estamos haciendo especialmente sensibles a estos últimos. Hace poco alguien me recriminó eso en una conversación: «es que nunca comentas o dices nada en lo que cuelgo». «Bueno, es que a lo mejor prefiero decírtelo en persona, como ahora», le contesté. 🙂
Gracias por tu lectura y comentario. Si es que, como ves, somos un mar de contradicciones …
Vertigooooo. ¡Ningún cimiento bajo nuestro pies, mercadeando bluffs! Bueeeno, a veces rasco y salen ideas que no se desvanecen (están hechas de otra materia diferente a las nubes, mmm …más solidas) es más, que me acompañan y que acaso me mejoren ¡y eso que no me halagan! 😀
Pilarinking, claro que sí y si no fuese así tú y yo, por ejemplo y por usar la primera y segunda personad el singular, no nos habríamos «conocido». Yo me refiero más bien a la necesidad de beneplácito unánime,a esa especie de competencia de «índices de impacto» que es lo que me lleva a la reflexión del cómo molo. Yo si estoy en Fb es porque me da la realísima, nadie ni nada me obliga. Me preocupa más las papillas digitales, los rábanos por las hojas, todo eso que creo es en lo que están derivando las redes ahora. Biquiños a modiños.
Cada vez vexo máis xente nova colgada dos móbiles, dos tuíteres e do Facebook. Pasou xa un poco a febre dos blogs (moitos están a pechar: madia leva, ler algo en profundidade e escribir algo interesante leva moito tempo), e agora lévase a “cultura do eu”, o I-phone, I-pod, o I-pad… Son todos eles medios que nos permiten saír, dalgún xeito, do anonimato de historia, expresarnos, intercambiar aficións, ter os nosos 15 minutos de fama que nos prognosticara Warhol. O que antes era radicalmente privado (o diario privado) é agora exposto na praza de Internet, na televisión nos programas de cotilleo…
Neste contexto é normal que exista unha certa ansiedade pola visiblidade en Internet. Non en van o capitalismo está a esixir de nós, cada vez máis, un certo índice de responsabilidade ante a empresa. Tanto te valoran, tanto vales. Aí están os índices de audiencia Technorati en Internet, os índice de impacto de revistas científicas, as avaliacións do alumnado e do profesorado, os niveis de difusión dos diferentes medios de comunicación e de audiencia dos programas da tele, as enquisas da opinión pública, as auditorías externas, as axencias de rating (intereseiras), etc, etc.
Ola, ms, moitas grazas por este interesantísimo comentario. Ten toda a razón cando fala do enganche da cultura do ego (apúntome o do Ipad, Ipod coma metáfora, encantoume). Supoño que ten razón no que di da necesidade da valoración, aínda que eu no caso das avaliacións de profesorado, institucións, etc, malia seren un absoluto engorro, vexoas como manifestación dunha responsabilidade ética e social de xestión do público. No caso das redes sociais, das que son usuaria, que me deron moitísimos contactos e información interesante a moitos niveis, vexo máis unha necesidade de singularizarse e que haxa un refrendo popular. Un pouco coma o cómico que hilvana unha intervención baseada en gags e aplausos. E que ten un compoñente adictivo, de reafirmación personal, que nos leva a ser un pouco máis infantis que cando nenos. En fin, que deixo o tema aberto porque penso que hai moito que comentar. Como ve vostede, aínda hai algúns que somos coma a pandilla de Asteríx: pensamos que os blogues pagan a pena porque a reflexión paga a pena.
Grazas por pasarse por esta a súa casa!
¡Las vedettes comiendo bocadillos de jamón york con tomate, oxímoron insufrible! Sólo les debería estar permitido empapar la baguette con la misma pócima con que disparan los sueños y los deseos de los señores de la primera fila, esos del bombín y el bigote engominado. Gracias y saludos.
Ay, don Pablo, ojalá pudiese ser como usted dice…pero me temo que el prosaísmo cotidiano nos puede…Un abrazo y gracias por pasarse por aquí
Molar tanto ahora sin dejar recursos para cuando se nos descuelguen las carnes… ¡Genial post!
Gracias,
Irene Alcázar
Cando, por algún imponderábel, caio no campo de acción dalfún faladoiro mediático, teño a sensación de que a realidade vai por un lado, e o cascallo verbal, por outro. Non sei por que se poñen así, pero o importante é ter saúde.
Bicos