Batutas
Outside the Cabaret Voltaire. Imagen de cometstarmoon en Flickr Creative Commons
Creo que ya he contado alguna vez lo mucho que me gusta Tom DiCillo. Me costaría mucho escoger una de sus películas. Desde la amargura dulce de Box of moonlight-hasta veo guapo a Turturro-a la mala leche de Living in oblivion donde se regodea en el ombliguismo creativo del cine indie-aquí hasta veo guapo a Buscemi. (Nota mental–> hay un interesante trabajo sin hacer que relacione la mala baba de DiCillo con el Hecht de Los actores son un asco. Tengo que disciplinarme y pasar estas notas mentales a Evernote y de ahí, hacer algo. Sigo). DiCillo me encanta por su falso pijerío, su brillante y estético corte de mangas a lo obvio, su acidez y, desde luego, su habilidad para moverse como una socialité en un mundo que conoce bien y al que retrata con humor disparatado y sin piedad. Será por algo.
Mi película favorita de DiCillo, no puede haber post sin paradoja de la prota, es The real blonde. Por todo :las reflexiones de Modine sobre actuación, vida, talento artístico y sus patéticos intentos por destacar en el video de Madonna. Me parto con el descubrimiento de Daryl Hannah como real blonde por parte de Maxwell Caudlfield que hace de sí mismo y de todos los personajes que ha interpretado. Pero, sobre todo, sale mi adorada Catherine Keener soñando con sus superpoderes destructivos. Sí, me encanta esa escena en la que cree que con su mirada dura y extendiendo los brazos se convierte en una superheroína que reduce a guiñapos a dos petardazos machistoides. Siempre me ha parecido terapéutica y redondísima. A mí me encantaría fulminar así, que conste. Tener ese poder oculto bajo una apariencia anodina y normal-bueno, mi Catherine es cualquier cosa menos esos dos adjetivos-y, como un Clark Kent verosímil (de periodista estaba demasiado bueno para que no supiésemos que ahí había algo grande, con perdón) despojarme en un momento de mi cotidianidad y coger la batuta que dé la vuelta a las cosas. Poniendo puntos sobre las íes.
Hablando de batutas… Ayer, en un momento nostálgico, salió a relucir aquel programa de la tele de nuestra infancia llamado "El mundo de la música" (Fran, nos acordábamos de todo, somos muuuuy mayores, tío). Salían unos niños muy repeinados, muy listísimos y de conservatorio que, a los dos compases, sabían hasta la genealogía de la partitura. Esto, obviamente, es una exageración.Bueno, o no. Lo que era verdad es que sus conocimientos musicales eran extraordinarios, la frescura con la que se referían a un mundo de corcheas, pentagramas y claves de sol, para mí desconocido, los hacía dueños poderosos de una nueva sintaxis, de un planeta ignoto y maravilloso que yo no exploraba. Y recibían de premio una batuta. ¡Una batuta! Hoy, con mis ojos de adulta (y creo que también lo pensaba en esa época) la batuta me parecía un poco quiero y no puedo. Creo que Angelines Morales (que era la presentadora, gracias Google) o el maestro Asensio deberían haberse estirado un poco más y regalar, como mínimo, un disquito, digo yo. Pero los críos cogían la batuta con devoción, con cuidado y mimo. Leo también por los internetes que ha habido un intento de recoger esas batutas entregadas hace tantos años. Yo, como ya dije, no fui al programa por lo que no tuve premio. Me dieron una batuta a los dieciocho años que era, como habrán adivinado, el derecho al voto. Debo usarla de vez en cuando y lo hago, no sé ya si con convicción y mimo o con resignación y poca fe. Y luego me la guardo (o más bien me la envaino) hasta la próxima. Y leo resultados de las elecciones y creo que la batuta que yo tengo es un premio de consolación que no refleja muchas cosas. ¿Que por qué empecé hablando de la Keener y de los rayos paralizadores? Pues porque quiero superpoderes, detener el tiempo, que mi voto cuente como lo que es: un voto no perdido. Y, hombre, si puedo usar mis rayos de mala malosa para hacer callar a algunos, mejor. O que vayan de una patada en el culo a la carpeta del spam. Mira qué bien me ha venido Dicillo. Será por algo, ya lo decía yo al principio.
Qué va, tía. Mírate al espejo y dime si no te sientes la misma cría.
No tema dos comicios, paréceme moi interesante todo o que se refire a batutiñas -microforzas-, integrais e resultantes. Non sei se na realidade parlamentaria nos aparecerán moitísimos votos perdidos, pero na súa expresión de cada día estamos tod@s, coas nosas luces e as nosas sombras.
No entanto, hai algo que non entendo: por que ás persoas que buscamos mellor ocupación ca achegarnos aos colexios electorais nos chaman abstencionistas. Pola miña parte, creo que expresei moi claramente o que quería.
Bicos
Moito receo que os rapaces de hoxe prefiran unha variña máxica ao H.Potter en lugar das batutas coas que vde e eu soñábamos de rapaciños.