Anchoas y Tigretones

Entenderse la letra

 Lipsticking and waiting

Portada de Vogue de 1939. Imagen de la exposición tomada de lamano-invisible.net 

Llevo unos días, una temporada de pocas letras, pocas escrituras. Y me gustaría ver este cuaderno digital con menos huecos. Pero, como ya he contado aquí y en otras guaridas, son "tiempos nuevos, tiempos salvajes". Y tomo esa distancia necesaria para respirar hondo y también ponerme a tiro para posibles buenas suertes. Aún así, tengo los borradores mentales de los escritos soñados. Y llevo un lápiz de Ikea siempre encima con el que garabateo en mil hojas cosas que luego no sé a qué vienen. Me temo que no saber de qué va nada es el signo de los tiempos. Lo peor es que a veces no reconozco lo que he triturado en el papel doblado mil veces, o no me reconozco a mí escribiéndolo, pienso que es algo de otros que, por arte de magia aparece aquí (los famosos calcetines desparejados y hermanados en un agujero negro que une todas las lavadoras del mundo). O,simplemente, no entiendo quién soy para escribir así, de esa forma, en ese momento. Como si esos fonemas temblones, esa ortografía ya ajena, palpitase en otro cuerpo o hubiese sido creada para la ocasión. No me entiendo. No me entiendo la letra, vaya.

Qué curiosa es la caligrafía. Es, ya lo sé, algo casi perdido, obsoleto,con ese olor a humedad tibia de las tiendas de antigüedades que espiamos desde la calle. Un buen día nos decidimos a entrar y ver en persona qué incógnitas, qué tesoros soñados pueden contener.  Es curioso ver cómo alguien sostiene un bolígrafo, un lápiz. Y cómo apoyándose en el papel surgen trazos infinitos como los seres humanos, un ballet rudimentario, lento o apresurado, firme o tembloroso, pero único. Hay caligrafías, la "buena letra" a la que se aspiraba, que reconozco al instante. La pulcra letra inglesa de mi madre, la firma de mi padre en el boletín de notas (¡glubs!) los enormes y redonditos trazos de alguna amiga que siempre sobresalía el espacio entre renglones, aquella letra esbelta y anodina para cualquiera pero que, durante muchos años, al verla en el buzón me ponía el corazón a mil por hora. Exploré los apuntes de algún compañero de carrera en busca de algún mensaje secreto entre árboles de análisis sintáctico y reflexiones sobre el petrarquismo, ninguna, desde luego, inspirada por mí. Recibí cartas de Austria, Inglaterra, Estados Unidos, de otros lugares. Siempre sentía el olor diferente, el calor y el pulso de quien la estaba escribiendo. Los renglones enmarcaban ese discurso de boli Bic, de rotulador Pilot y creaban unos imposibles portarretratos que yo almacenaba en la memoria. Luego llegó lo electrónico. Tengo cerca a algunas personas que no sé cómo sostienen ese boli o lápiz  con los  que sueño que todavía me escriben y que debo sustituir por un teclado de ordenador o de Iphone. La tecnología es un poco la danza macabra que iguala a todos los mortales ante los ojos del que lee cartas, notas, apuntes. Del que lee lo de los otros.

Pero yo hoy iba a hablar de otra cosa. De que cambia a veces el cuarto en el que escribimos, el entorno, se pueden acabar los lápices o hay que parar para afilarlos. Pero no por eso vamos a pensar que vamos a dejar de hablar  ¿verdad?. Yo creo que no. Porque en un blog, en una columna, en mensajes de correo electrónico, de cualquier modo, una sigue anotando en cualquier sitio. Y sigue mirando al mundo. Con su mucha miopía. Pero sigue mirando. Y la caligrafía, mi letra enorme y torcida, que me hacía quedar bien en los exámenes porque parecía que sabía mucho dada la cantidad de folios que rellenaba, es la que sale de aquí y la que tú lees. En cualquier medio y soporte.

 

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4 pensamientos en “Entenderse la letra

  1. Pimentonière en dijo:

    No te preocupes por no entender tu letra (al menos hasta que seas candidata a un puesto político y lleves notas con tu programa a una entrevista), otros pensamos proyectos maravillosos-en la ducha y fuera de ella-y luego no conseguimos reconocerlos. Lo importante es seguir imaginando.

  2. Carlos en dijo:

    A herba lembraba as palabras que nos escribiramos. Os borranchos, a incerteza, os debuxos na marxe, trazados por unha man que procuraba os seus dedos. Despois, o silencio, o paseo ata o castro de Baroña no outono claro e aquel folio lonxe, ‘Deixarei que me habites e abandonarei todas as armas’. Alá nos bañamos espidos, baixo o sol que acende a vida.
    Bicos

  3. Yo soy el tipo del primer párrafo. El que siempre va escribiendo en el cuaderno de su mente. El que se deja a sí mismo montones de papelitos con anotaciones que luego ni recuerda ni reconoce. Yo también soy el tipo del último párrafo.

  4. Quizá no nos identifique uno de esos trazos infinitos pero sí la manera de expresarnos, única e identificadora.

    [y que romanticismo en los bolígrafos, la libretita de notas del bolso que nunca está cuando la necesitamos y es sustituída por servilletas de papel, sobres del banco, multas de tráfico, en las que garabatear apresuradamente aquella idea que luego no entiendes, ni recuerdas a cuento de qué venía]

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