Contradictoria y fielmente
Para el chico de la radio, porque él empezó este post.
Querido Y:
He doblado cuidadosamente todos los papeles y, como tantas otras veces con tantos otros documentos, los he guardado en una carpeta nueva. Ya sabes lo organizada que soy para todo, así que diseñé una nueva etiqueta : no me servía ninguna de las que tenía en el ordenador. Le he puesto de título "pasados y futuros". En el medio, sepultada entre toda esa literatura jurídica, estoy yo. Y lo que tú y yo fuimos, sin querer saberlo. Hablas en tu carta, que he leído y luego arrugado, de noches sin dormir y de miradas perdidas, de escuetas excusas telefónicas y de vidas malgastadas. Yo hablaría del vacío en el estómago, de las veces que ahogué mis gritos de angustia en el albornoz, encerrada en el baño y con la música bien alta. Aprendiendo a aprender que cuando alguien no te quiere, no te quiere y ya está, da igual el nido que diseñes ni lo blanda que sea la hipoteca en la que una pareja flota. Eramos, como en la canción de Pink Floyd, dos peces nadando alrededor de una pecera. Nuestro mundo eran esos castillos de mentira, esos tesoros de miniatura que se sumergen en los acuarios para demostrar y convencer a los que observan que los peces son felices en un mundo construido a la escala y medida de otros.Y sí, claro que notaba tu respiración a mi lado por la noche. Y quería creer que estaba, al fin, en casa. Pero también cómo te estremecías cuando yo intentaba abrazarte, tus ojos sin brillo al verme desnuda, la mecánica gimnasia sexual cuando ya no hay nada entre dos. Comprendí que, quizás, habíamos naufragado y que tú no querías un salvavidas. Creo que las fechas de caducidad deberían venir tatuadas en las partidas de nacimiento. Una sabría a qué atenerse.
Siempre he sido honesta y tú deberías hacer ese ejercicio. El amor, es verdad, comprende lo cotidiano. Los lugares que fueron en plural, los souvenirs y los supermercados, la poética de los segundos. O el crucigrama en domingo, los pasos en la escalera, las llaves que un día perdiste. Y sí, eramos nosotros. Pero apelar ahora a según qué recuerdos me hace pensar en el miedo que tenemos a no ser como los demás. A que la compañía y los juegos de sábanas no sean más que un conjuro barato contra la soledad. Y eso no tiene nada que ver con el amor. Solo con la supervivencia. Y podemos hacerlo cada uno en su rincón del mundo. No se puede querer a quien no se quiere a sí mismo,créeme. Sé de lo que hablo.
Te quiere, todavía, contradictoria y fielmente
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