En un cuaderno Moleskine (13)
El cuaderno reflexiona sobre sí mismo.
"A veces un cuaderno puede escribirse dentro de otro. Hay cosas que aparecen grapadas como anexo,anotadas y al margen como un grafitti infinito, como un post-it que ha perdido esa primera acción de recordar y se convierte él en el mensaje y crea, así, a lo tonto, un nuevo espacio, otro contexto, otro mundo. Es un hermoso y terrible ejercicio para la nostalgia y el cabreo coger agendas antiguas. Por mucho que ahora nos fiemos de la débil firmeza (análisis del tropos aquí en este espacio) de las tarjetas sim, lo único de lo que dan fe es de que, en efecto, la memoria es volandera (" ¿quién será este J. que tengo aquí "?) los montoncitos de hojas escritas primorosa o apresuradamente, ordenadas de la A a la Z, con algunas letras mucho más cargadas que otras, con sus borrones, con sus tipex, dan un poco de vértigo. Guardamos teléfonos "por si acaso". Creamos extrañas reglas de alfabetización y anarquía (regla de anarquía, toma ya) : tuve durante años en la "s" al "señor de las cortinas" que nunca supe cómo se llamaba. Por si acaso, claro. Compañeros del colegio que no he vuelto a ver, amigos de la universidad, direcciones de casas en las que estuve como huésped en otras Europas y Américas, en otros ámbitos y otras voces (cita manipulada aquí). Teléfonos que, tantos años después, quizás sean de otros o de nadie, pasando a habitar ese limbo de los números olvidadizos y coreográficos, esa combinación que tuvo, alguna vez, un sentido y una respuesta. Y las direcciones…¿quién vivirá ahora en aquella casa de otro país en la que me instalé casi dos años ? Donde seguí rutinas cotidianas, donde pasé aspiradores y soñé otras vidas, en la que construí un pequeño nido emocionándome al entender las noticias, terribles aquellos años, (¿y cúando no?) en otra lengua. Las casas donde vivimos, los números y direcciones de todos aquellos que fueron una vez parte de ese cuaderno gigante. Esas hojas en la vida.
Ojalá fuese tan fácil pasar páginas como pulsar un "delete" . Yo, que siempre guardo cosas por si acaso, hasta soy dubitativa para prescindir de personas (o iconos) que no reconozco o con las que no interactúo en redes sociales, por ejemplo. Creo que el click positivo puede darse en cualquier momento. Los mundos virtuales tienen la contrapartida de que tu limpieza de agenda es pública. Y te parece increíble, en algunas ocasiones, desaparecer así, de un golpe certero. Pero, en cualquier caso, ese no es el asunto que nos ocupa. De lo que hablábamos es de que pasar esas hojas que quiero ver amarillas (tópico literario aquí) y que no lo son, te permite recolocarte en la persona que fuiste, la que eres, incluso la que habrías sido. Y saber que hay datos que, se quedan para siempre. Y van pasando, de agenda en agenda porque son parte de tu libro, de ese libro construido a partir de numerologías y alfabetos, de circunstancias y anexos. Y otros, difíciles de alfabetizar y también imposibles de marcar, asoman de vez en cuando, juguetones, perversos, con sonrisa misteriosa de gato de Cheshire. Pero para mí los mejores son aquellos nombres que vuelven con número nuevo, casi sin excusas, recuperando su espacio entre renglones, emergiendo de un letargo de papeles y silencios de siesta. Después de un tiempo, claro."
Metablogueando? Si, tamén a min me custa facer delete con persoas, cousas e icones. Pero ás veces non hai máis remedio: a vida, coma os hard disc, ten capacidade limitada.
hace unos meses revolví yo por mis agendas (amarillas) y quedé muy sorprendida de mis anotaciones (algunas cosas no habían sido como las recordaba), pero lo que más me sorprendió es no recordar a quien correspondía el nombre de un hombre sobre el que escribí cosas muy bonitas (como fue que pasó por mi vida sin dejar nada de huella más allá de la inmediata?)
@Kaplan: metablogueando, pois gústame moito ese xerundio e vouno adoptar. Qué ben cando pasa vostede por aquí
@zeltia: las mejores páginas son siempre para aquellos de los que no recordamos ni el nombre. Eso creo yo.