Anchoas y Tigretones

Archivo para el día “junio 5, 2011”

Amigos y pandillas

pequeñas mentiras sin importancia

Como el inquietante niño de El sexto sentido en ocasiones veo películas que ya sé, de antemano, lo que van a contarme y de las que, sobre todo, me interesará el "cómo" me lo cuenten. Hablar de pandillas de amigos reunidos en una casa (Dios mío, el pánico que tengo yo a ese "Gran Hermano rural" en el que se pueden convertir los fines de semana en plena naturaleza) no dará muchas pistas sobre lo que he visto. Salvando matices y con obvias diferencias, es el marco de películas tan diferentes como Las invasiones bárbaras, Los amigos de Peter" o Reencuentro. Todos bien juntitos en la misma casa y ahí nos las den todas, que nos vamos a despellejar, con o sin humor por el medio. Eso, como diría Cortázar, "del lado de acá".

"Del lado de allá",hay películas que, sin tener esa grandeza branaghiana de la que una es devota (nunca dejo de pensar en aquella escena de Emma Thompson ofreciéndose al atribulado Stephen Fry ) sí tienen ese componente nostálgico y agridulce de las relaciones amistosas en pandilla que, sin querer ser gregarias, acaban justificándose por eso mismo: porque el grupo de amigos, con ese ojo puesto en un pasado más o menos reciente de juventud, sobreviva. Para que todo siga siendo como antes o mejor, para que todos podamos sentirnos contentos, que no cómodos, en nuestra piel, incluso cuando es una máscara que nos garantiza el papel otorgado de comensales en una cena a la que esperamos, todos, a nuestros respectivos convidados de piedra. Y claro, para eso, para mantener esa mueca de sonrisa, ese bienestar hipotético, hay que "pequeñomentir", engañarse también a sí mismo un poquito, ser un mucho o un poco egoísta, no flaquear y no reconocer, de forma plausible, que tenemos puntos débiles, talones de Aquiles, zonas oscuras, soledades que pesan más en unos momentos que en otros. Desde el implacable devoramujeres hasta el que se humilla por un amor incombustible, desde la chica independiente que no deja  que la quieran hasta la bellísima mujer que es, en realidad, una gata sobre el tejado de cinc. Tampoco vale replantearse sexualidades. Ni pensar que nuestros hijos, porque son nuestros, no son hiperperfectos. Todo con el trasfondo de otro personaje que parece musitar a lo largo de toda la película "Et in Arcadia ego". Lo mismo que podemos musitar cuando repasamos, mentalmente, las fotografías amarillas de nuestro pasado.

Y, a la hora de la verdad, cuando ya estoy viendo los títulos de crédito, pienso si hay o no una edad para tener pandilla.  Los hay que tenemos amigos muy diversos a los que  vemos  a menudo, pero sin citas de vermú y café constantes. Claro que el grupo otorga, a algunos, una seguridad para encarar los fines de semana sin el pánico del teléfono silencioso. Para otros es la manera natural de relaciones humanas.  La verdad es que no lo sé. Pero lo que sí sé es cómo me gusta que me llamen por teléfono o me manden un mensaje de ánimo inesperadamente, porque sí, porque hoy es hoy y me echan de menos.

 (Nota: espectacular banda sonora la de esta película)

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