Anchoas y Tigretones

Ni analógico ni digital

Niños perdidos en el tiempo

 (Fotografía de Elliott Erwitt, 1977)

To the radio star 

Lo malo y lo bueno de escribir un blog es que funciona como los avisos luminosos de la autopista. Esto que ahora voy a contar podía haber sucedido de mil maneras diferentes, como todas las historias, claro. A ellos, sin embargo, les sucedió así:

El leía a hurtadillas sus diarios electrónicos. La imaginaba, escribiendo en un pequeño portátil, rodeada de calendarios con días dulces y salados, cervezas y sonrisas,  en una  ciudad muy gris colmada de viento. Ella espiaba sus lecturas, sus anhelos, el amor que tanto le hería y quería adivinarle tras aquel desdén robertmitchumiano. Quería saber quién cocinaba reseñas y desgarros de forma exquisita, preparando unos platos diarios que a ella le llenaban de ganas de esperar al siguiente menú. Y le enseñaba,sin vocación de maestro,a escuchar músicas y silencios. Ella hizo alguna vez un tímido comentario.  El correspondió a su admiración. Se halagaron mutuamente, desde la respetuosa distancia de los kilómetros y la falta de un café de por medio que rompiese ciertos hielos. La tiranía del ancho de banda, vaya.

Hablaron mucho, de lejos, pero muy cerca. Era difícil y empático. Intercambiaron autobiografías y paradojas, cromos virtuales y alguna impostura. Otras veces se enganchaban en conversaciones tan largas que no sabían si eran amigos o niños perdidos en el tiempo. Hasta que, un día, a uno le faltó delicadeza y se le disparó, inesperadamente, el arma con la que jugaba. Se lastimaron ambos: ella con la explosión, que la dejó noqueada en un ring desconocido, y él recibiendo un proyectil que, aunque pequeño, evidenciaba que no tenía la piel tan dura. Quisieron creer que había sido un accidente, pero a pesar de decidir hacer borrón y cuenta nueva, nunca volvieron a hablarse como entonces. Con tiritas y mercromina, dolía. Todo se convirtió en asíncrono. Ella siguió coleccionando podcasts y leyendo reseñas. El la siguió también con interés, pero palpándose el vendaje que aún sobresalía un poco. Y empezaron, de nuevo, a espiarse. 

Hay historias que son increíblemente circulares.

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5 pensamientos en “Ni analógico ni digital

  1. armando ojea en dijo:

    Vaya historia…imagino que es pura ficción claro…esas cosas no pasan más que en los relatos escritos por alguna mente muy imaginativa.

  2. A pesar de todo, él no la olvidó. Ni ella a él, claro. A pesar de la misantropía de uno y del desparpajo de la otra, de que ella fuese un ácido y él una base, había algo, por encima de todo, que los obligaba a quererse muchísimo. Eso sí, de una forma extraña.

  3. Y él sigue leyéndola en silencio, sin necesidad de preguntárse por dónde discurrirá su biografía, reconfortado al ver que ella desgrana un diario disfrazado entre tules que le indica que, si bien no sabe a dónde conduce, por lo menos en el horizonte hay camino.

  4. Princesa Sigrid en dijo:

    Hoy, más que nunca, está varada en puerto. Pero sigue teniendo unos ojos negros sobre sus líneas. Te quiero, tontoelhaba.

  5. De lunes a viernes, de once a una…

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