Sillón de tres plazas
No tiene un curriculum de noches silenciosas, dormidas en paz, con la neurona agotada por el horizonte de Gormitis y de porterías de fútbol. Le sorprenden las neveras con Nocillas y jamones York, sobre todo la luz, esa luz rara que tiene la nevera dentro y que no se sabe si siempre está encendida o sólo nos saluda como los relojes de cuco de vez en cuando. También que las lavadoras transformen el chandal heredado en un esqueleto rígido en la cesta de la ropa. Que quepan tantos platos distintos en una mesa, que las puertas se abran con unas llaves y que en los corazones haya sofás de más de tres plazas. El ha tenido sitio en uno.
Su madre solo lo veía desde la orilla desde donde miran los de los ojos perdidos, los que ya han tirado alguna toalla y maldicen tener que cuidar de una inocencia hecha de lamparones y barras de pan a última hora. Su madre, que ya es una silueta recortada en su joven memoria, como las fotos de los cantantes que su hermana (él tenía una hermana) pegaba a la pared. Le han dicho que mamá se está poniendo buena y a lo mejor, piensa, ya no duerme con la tele encendida y no se le olvida volver a casa. Y desde sus cinco años, se repite, y lo dice en alto cuando se enfada, que él tiene una mamá que va a ir a buscarle algún día. Aunque no lo hiciese aquellos días, aquellas semanas, aquel año, en fin, que pasó con otros niños en aquella casa tan grande. Aunque fuese otra familia la que se lo llevó un día de mañana a otro planeta que es también imperfecto, pero que es el que corresponde a la infancia. En la que viven Gormitis y hermanos que dan la brasa porque no apagan la luz y él quiere dormir. O cuando tiene que comerse, sí o sí, las lentejas que tocan hoy y el plátano que toca a media tarde porque, en gran medida, eso es ser niño: preocuparse sólo de abrir la mochila de las meriendas, mirar, reirse con las reglas del juego y empezar a todo constantemente, día tras día. Y ahora ya conjuga los recuerdos con el cuaderno de Coñecemento do Medio, con recreos y con algunos límites. Y con broncas y algún castigo. Y con los premios. Con la normalidad y la sensación de resguardo que da ver luces en una ventana ajena en los días lluviosos.
Y una sigue pensando que es un milagro y un auténtico heroísmo hacer un hueco nuevo, cálido y familiar, en un sillón de tres plazas, al que viene de fuera y que nunca ha tenido uno. Aunque haya que apretujarse y estar incómodos, todo, absolutamente todo, lo compensa el calor dado. Y los ojos sorprendidos, perplejos e inmensos del que recibe.
Y se me saltan las lágrimas porque sabes que sé que TODO lo que has escrito es verdad.
ESPECTACULAR!
…No se se envió el comentario de antes. Sólo era para decir que este port me ha parecido espectacular y hermoso.
Só podo dicir que canto máis o leo, máis conmovedor me parece. Un bico moi moi grande
Sóanme estas cousas a unha experiencia marabillosa, a algo que procura o seu sitio e que, unha vez logrado, se manifesta como inevitábel.
Eu como moitas veces con dúas nenas preciosas subidas encima. Do que lles pos a elas, case non proban bocado, pero, no meu prato, meten as mans, buscan olivas, collen gojis ou pipas, danlle bocados ás torradas de pan e forman comigo unha morea de felicidade.
Preciosa experiencia para nós. Dannos moitísimo as dúas.
Bicos
Ai, que post tan emotivo e tan valente. Ao final, a vida redúcese a cousas simples, básicas, e o que os nenos nos dan é moito máis do lles damos.
Non vou falar da miña filla porque xa case medio blog xira á volta dela.
en pocas palabras ¡in-pe-re-si-o-nan-te!
Es tan real que parece fantasía ¿Que no daría yo por volver a recordar como recordaba de niño?