Voz y palabra
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Había una vez un rey que, parece, no podía hablar bien. Recrean su historia, su historieta mejor dicho, en una película bastante simplona, pero agradable. Además de congratularme del hecho de que Helena Bonham-Carter vaya vestida de persona humana y de que Geoffrey Rush siga siendo uno de mis actores favoritos, vuelven, de forma difusa, los años, ya lejanos, de estudio de trastornos del lenguaje y de la comunicación. Recuerdo vagamente el área de Broca y de Wernicke, el homúnculo de Peinfield y los espectogramas. Y claro, en el cole todos teníamos algún amigo que tartamudeaba o con dificultades para comunicarse. O con problemas de lectoescritura. Y empezaban desde pequeños a perfilarse cuestiones como la dislexia o la disgrafía. Y ver la frustración de quien llevaba todas aquellas palabras dentro y no salían, de quien quería volcar "P" y escribía "R". Y la crueldad infantil, claro.
El discurso está dentro de nosotros, latente. La lengua que uso para expresarlo es mi piel, como dijo alguien una vez. Yo, que hablo muchísimo y a veces a velocidades supersónicas, he tenido que aprender a ralentizar lo que digo. Y también a ejercitar el oído. En la película, amén de pasar de refilón por circunstancias históricas paralelas al aspirante a orador, vemos a un rey que jamás escucha. Sólo se preocupa de poder hablar. Y de oirse a sí mismo en un puro ejercicio de onanismo auditivo. Y una acaba pensando en esa pobreza, tanto emocional como intelectual, que hace que queramos hablar los unos por encima de los otros, en una permanente "aulularia" que sedimenta y neutraliza buenas ideas, olvida matices, hace que algunos salten como hienas ante cualquier cosa y que, al final, todo quede en una especie de extraño sueño diluido.
A mí, que me gustan tanto las lenguas y los diccionarios, las declinaciones y los verbos deponentes, el subjuntivo y el genitivo sajón, me encantaría escuchar los matices, las diferencias, los tonos y los argumentos en un mismo mapa. Que lo importante sea la lógica de lo que fluye y no el pinganillo. Porque la lengua, la piel, es una realidad. Y afirmar la lengua propia debe hacerse sin titubeos. Y sin malos discursos.
Y una vez más te enganchas a un macguffin para acabar haciendo una reflexión desarmante y llevarnos a donde quieres. ¿Puedo volver a refunfuñar?
Un rei que falaba mal, conho vai ter que darnos máis pistas, que iso aquí nunca pasou, que os Borbóns sempre destacaron po-la sua fina oratória, ¿ non ?.284940
Lémbrasme a pasaxe de Guerra e paz na que Tolstoi relata os debates para a defensa de Rusia. Distingue entre os que querían facerse oír e os que sabían do tema e tiña algo que ofrecer. Naturalmente, os primeiros ocupaban todo o tempo, e, grazas a iso, os rusos gañaron a guerra.
Para min, un paradoxo prodixioso.
Moitos bicos
Carlos
Moi bo post. A peli parece simple, unha especie de «Estrenos TV» para as tardes dos domingos, pero hai moito máis nela do que «meets the eye».
Efectivamente. As persoas que falan coma se comesen lingua de cotorra tenden a escoitar pouco e a interesarse só cativamente polo que din os demais, polo que en ocasións poden parecer un chisco egoístas. Que non sexa o teu caso fica claro, ou non nos deixarías latricar aquí sobre o divino e o humano.