Proyecciones y simetrías
Hay alguna teoría física que defiende la existencia de más de tres dimensiones. Un universo elegante, según la deliciosa expresión de uno de sus defensores. Yo siempre hago libres interpretaciones de la ciencia divulgativa en voz queda. Me fascina la posibilidad de que existan mundos paralelos, realidades invisibles y unidas por una cuerda imaginaria, que estimamos o desestimamos cambiando para siempre el curso de una historia, la nuestra. Leo con emoción el magnífico artículo de Craig Patterson titulado "Os eus ex-futuros" sobre esas encrucijadas, esos senderos escogidos en un laberinto borgiano, esas puertas que cerramos como Alicia, bajando por la madriguera persiguiendo a quien llega tarde, y abriendo esas otras que obviamos de un portazo al descubrir a un monstruo o un Barba Azul. Sí, qué habría sido de nosotros de haber tomado otras decisiones: si hubiésemos llamado (o no) a ese número de teléfono, si, en vez de acojonarnos, hubiésemos seguido adelante con tal o cual proyecto, si no hubiésemos entrado en una cafetería cuando unos ojos envueltos en una gabardina se levantaban de la mesa. Si no hubiese asido tu mano o te hubiese dicho que no en lugar de decirte que sí.
Y una, claro, fantasea sobre esas cosas porque le engancha el concepto de la simetría. Qué le habría sucedido a Rick si se hubiese subido al avión con Elsa o Francesca hubiese abandonado el coche de su esposo para seguir a Robert rodando por el mundo entero. Si pudiésemos disfrutar de dos finales, de dos posibilidades, si pudiésemos conocer el desarrollo improbable de historias en el germen, en qué clase de espectadores, de lectores, de vividores o seres humanos nos convertiríamos. Me llegó hace unas semanas un mensaje por el que me avisaban de que ya habían pasado dos años de la última Itv del coche. ¡Dos años! ¿Qué pensaba yo hace dos años de cómo iban a ser los dos años siguientes, esos que acaban de rematar su plazo esta mañana? ¿Qué soledades, risas, helados y besos pasaron en estos 365 días multiplicados por dos? ¿Cúal era mi sentimiento exacto, mi expectativa ante esa tregua que veía casi infinita, que se me ofrecía, tan extensa, al salir por aquella puerta?.
Hoy, en esa cola, mientras me proponía mantener mi dignidad y no engrosar la lista de los chistes de rubias en la Itv, pienso qué sucederá en estos dos años. Quizás, gatopardianamente hablando, demasiadas cosas tengan que cambiar para que todo siga siendo igual. O quizás todas esas posibles mudanzas y acarreos, esas difíciles y queridas metas que hemos escrito juntos en una pizarra virtual, sean ya algo más que futuribles y nebulosas entradas en algún laberinto. De momento, seguimos aquí. Y ya es bastante.