Analógico/Digital (10)

(Imagen tomada de vintageadbrowser.com)
Como todos los días, se preparó un café muy cargadito. Mientras esperaba bajo el tubo fluorescente de la cocina que la vieja cafetera italiana produjese, bostezando todavía, y con tentaciones de volverse a la cama, se miró de arriba abajo. Joder, qué pinta infame. Una sudadera gris y azul marino tres tallas más grande, herencia de algún habitante ocasional de dormitorio, unos leggings llenos de tomates, unos calcetines que "se iban solos al río", en acertada expresión de su madre. Sonrío al recordarlo y mientras recreaba la coreografía cotidiana de la legaña y el mal desayunar-taza de Tintín, leche desnatada, me tomo dos galletas en vez de la tostada integral, hoy tampoco inauguro la promesa de los cereales que me ponen en hora, y el kiwi a estas horas pa quien coño lo quiera- se retiró el pelo con las dos gomas que llevaban acribillándole las muñecas desde la noche anterior. Así, dos coletas, no me cae el pelo hacia la cara y tampoco me molestan en las patillas de las gafas. Dios, las gafas, mejor no verse. Las limpió brevemente con el revés de la sudadera. Con el botín mañanero-taza de café humeante, galleta a medio morder en la boca, paquete de cigarrillos y cenicero-se sentó ante el ordenador dispuesta a escribir un post que arañase las tripas o acariciase el corazón de alguien. "Ostras" dijo en alto. Se había dejado el ordenador encendido. Maldiciendo su sempiterno despiste, abrió la bandeja de correo. Un mensaje y reciente. Una línea, solamente, escrita en el que ella creyó un tembloroso Times New Roman: "Estás preciosa preparándote el café. Te habría arrancado el sueter y te habría dado yo mismo el desayuno. Te quiero". Cuando vio la lucecita de la webcam lo entendió todo. Lo que tardó mucho más tiempo en entender, y que quizás le lleve toda la vida, es que el amor se construye de mañanas con sudaderas. Y, claro, lógicamente, que el deseo es un horizonte abierto. Incluso a las mujeres que desayunan con coletas.