Maromos 2.0
Yo no sé si Google, como decía aquel famoso artículo, nos está volviendo estúpidos. Personalmente, creo que sólo si ya éramos estúpidos previamente. Sí es cierto que las redes sociales están modificando para siempre nuestro modo de relacionarnos-"yo quiero tener un millón de amigos y sólo conocer a tres o cuatro"-o de ser más o menos majos en función de las brillanteces o redicheces que podemos poner en nuestro perfil (me alegra que ningún amigo a día de hoy haya puesto ni una cita de Tagore ni "Oh, capitán mi capitán"). Algún día hablaré también de cómo ha cambiado nuestra manera de leer en un ejercicio de lectura rápida o más bien "no lectura" de ojeador de titulares de periódico. Profundizando o no, conociendo personalmente o siguiendo solo una estela ciberespacial, acudir diariamente a esta especie de hoja parroquial mezclada con crónica de sucesos, se convierte en una rutina ya tan displicente como controlar el buzón de correo electrónico (Dios, me doy cuenta de que sólo me escriben analógicamente los de la Cuenta Naranja y Telepizza. Bueno, también Vodafone y esos, pero con el miedo que me da ver ese logo en el buzón, suelo esperar a que me mordisqueen la nómina para luego buscar desesperada el recibo y ver en qué interesantes conversaciones me he gastado el dinero. En fin)
Servidora es pelín borde para según que cosas, y, aunque es una facebookera convencida, la pregunta de "¿Qué estás haciendo?" siempre le suena a recriminación, a cierto grado de acoso en el noble arte de pasmar y perder el tiempo o, como dice una buena amiga, "papar a nata". Pues bien, en esa marea cotidiana de status , canciones dedicadas-mi vida no sería lo mismo sin Spotify-las mentadas brillanteces o redicheces y algún que otro desencaminado que mejor estaría en el rincón de los oradores de Hyde Park, he descubierto el mundo de los anuncios en diagonal. Me explico : en algún momento en el que sí me disciplino y me leo los muy interesantes enlaces que cuelgan algunos de mis virtuales amigos, observo cómo cambian las columnitas externas al muro central y me acojona y divierte a la vez que me recomienden buscar empleo en algún ayuntamiento, mejorar mi destreza en otras lenguas y que vigile mi peso. Miro de reojo esas columnas y pienso en lo cabritos que son los buenos de los dueños de la cosa facebukera, pero no me quejo, porque hay quien obtiene ofrecimientos mucho más humillantes. Y a pesar de que todo esto me rebota, me hace pensar en la intimidad y que Big Brother me ve incluso cuando limpio con la manga la gota de café que cae sobre el teclado, un feliz acontecimiento ha venido a animar estas columnas extremas que tan poco quiero. Y lo han hecho con el mejor emisario del mundo, con el símbolo de la masculinidad, con el hombre que mira que parece que tritura, con Clive Owen en carne internetera y mortal, ofreciendo una colonia que supongo de oro , incienso y mirra, con la misma seductora sonrisa con la que alguna ofrecía manzanas dej árbol de la ciencia del bien y del mal. Caigo fascinada y me gustaría exclamar "He aquí la esclava del señor" pero queda feo y me van a decir de todo. Y, claro, mi gozo en un pozo. En el momento en que me hago fan de la colonia de marras, Clive, inconstante como todos los maromos 2.0 desaparece de mi vida y yo pierdo todo su interés. El de su mirada líquida, verde y pixelada.
El mundo es mercantilista y la virtualidad no lo es menos. Pero ahora que también soy fan de Daniel Craig y sus abdominales sin aliento, descubro que hay una aplicación en su perfil que es algo así como "Get a daily dose of Daniel". Y claro, una no puede resistirse a según qué dosis diarias. Me temo que es lo mismo que le pasa a Malkovich con Nespresso, quiero decir, con Clooney. La posibilidad de tener en las manos de uno el futuro de George tiene que poner mogollón. Y luego todo son excusas, que si nos quedamos sin tal sabor de café, que si soy un demonio, blablabla. La publicidad es sabia y lo dice muy clarito :"What else?". Pues eso. Que mucho cuidadito con la maromez 2.0 . Estos tiorros de calendario que vienen de serie con chinchetas para clavarse una misma en el corazón sólo quieren de ti tu voto positivo. Y luego, van y se olvidan, los muy cabritos. Joer, no sé a quien me recuerdan…..