Analógico/Digital (6)
A ella le resultaba todo más fácil antes, de boquilla y con la posibilidad de esconderse. Revolvía el café con la excitación de quien observa un momento único. Quería y no quería mirarlo. Quería y no quería aprender su voz. Enseñaba y escondía su escote. Le gustaba y no el estar allí. Pero mientras no llegaba a una conclusión fiable, él seguía regalando biografías, mapas, botellas de vino y cartas, todo frente a ella, en una conversación que la envolvía con una invernal manta de dulzura. Y, además, la miraba. Y en aquella intensidad ella reconoció que, inconscientemente, había echado todo el azúcar en el café y que el sabor era delicioso.
Para él, ella era una princesa del norte. Fría y lejana más que hermosa. Pero con la insegura carnalidad de la arrogancia. Le gustaban sus metáforas y ese humor destroyer tan desconcertante. Quería indagar en su corazón más de lo que ella quería permitirle. Y se encaramaba un poquito en la mesa para poder ver más adentro, más allá, incluso de lo que enseñaba el tercer botón de su blusa.. Y mientras intentaba no perder el hilo se tomó un café de lo más amargo, ya que ella le había robado el azúcar. Y eso le encantó.
Off the record: Ellos no sabían si era un comienzo o la simple constatación de una necesaria cortesía. Pero comenzaron a echarse de menos nada más separarse aquella mañana. Y quizás hay cosas que funcionan mejor en el mundo digital. Pero otras, verdaderamente, son prerrogativas del analógico. Incluso cuando te tragas un café con azúcar por el pinche nerviosismo.