Microrrelato para una adicción
Imagen de Gail Worley, The worley Gig
Como casi todos los días, el leía la piel que ella le dedicaba. Sin tatuajes, sin nombres ni marchamos, él sabía que le pertenecía. Bebía su nombre y sus letras a sorbitos, con tímida distancia, otras con avidez y glotonería. Ella se dejaba leer. Con pereza, con regocijo, en la mejor forma de la voluptuosidad. Nunca podrían estar a dieta el uno del otro. A pesar de las restricciones, las fronteras, lo prometido y lo amenazado. Se bebían y se miraban. Sin hablarse. Sin verse. No podían resolver la ecuación porque eran adictos. Y algunas adicciones no se curan. Menos mal.
Nada máis marabilloso ca unha persoa que se deixa, de verdade, ler. Encántame a imaxe.
Bicos