La cofradía del lomo ancho
Anduvieron las aguas del revisteo un poco revueltas por una portada polémica (perogrullada supina: las portadas, como los novios, si no son escandalosas no valen un huevo). Le da a la revista "Elle" por lucir, nunca mejor dicho, en portada, a una joven hermosa, sanota y rotunda. Hasta aquí, parece que suscribimos lo que en teoría, dice el papel couché que son sus chicas de portada: guapas y estupendérrimas. Pues mira ti que non, aparece una señorita de carnes abundantes, orondeces y redondeces muy sensuales, labios carnosos y pose desafiante. Tara Lynn, que es la chica de portada, es un bellezón que trasciende los límites de la página. Con desafío y seguridad exhibe su talla 48. Y no porque pertenezca al club del lomo ancho, del que soy presidenta por la gracia de mi metabolismo, mi buen diente y mi pereza para hacer dieta, sino porque, parece, revolucionará el mundo de la moda proponiendo un nuevo tipo de belleza.
El ser guapo o no es una cuestión tremendamente subjetiva. Ya hemos hablado de lo que nos pone de alguien, de lo que nos mola, de lo que nos revolotea en el estómago. Tara Lynn, además de tranquilizar a muchas mujeres que quieren ver modelos donde no los hay (¿alguien se imagina a sí misma EN SERIO creyéndose muy urbana y tal y tal, saltando charcos con unos Louboutin de más de 1000 eurazos y un Ipad divino en la otra mano recorriendo dignamente la Ronda de Outeiro?) corre el riesgo de convertirse en lo que no han querido que sea. Extremistas como somos, muchos dirán que es una apología (otra)de la falta de salud. Yo creo que, simplemente, es una modelo más: distinta y que representa a un sector de la población. Ni campanas al vuelo ni escándalos escandalosos. Ahora bien: ¿queremos vernos en una portada las personas "reales" o queremos admirar o envidiar a las cuatro, sí cuatro o cinco, mujeres superbienpagadas y de genética exquisita a las que nadie se parece? ¿Estamos tirando por tierra el inalcanzable mito de la supermodelo y se está "vulgarizando"? ¿O es esa portada un reflejo del hartazgo por un determinado canon de perfección? Este mismo debate en una red social suscitó comentarios de lo más variopintos y divertidos. Una servidora, que perdió muchos años de su vida queriendo ser otra cosa y que ya hace muuuuucho que renunció a, entre otras cosas, llevar la mítica talla 36, está cada día más convencida de que los gustos están cambiando. Ojo, no a favor de la jamona (que también tenemos nuestro público, yo, personalmente no me quejo) sino de incluir más colores en la paleta del pintor. No sé si será que tengo unos gustos tremendamente cubistas para los hombres (me viene de familia: mi madre siempre ha estado perdidamente enamorada de Alfonso Guerra, tócate las narices), pero nunca me ha importado si un chico está más o menos delgado, si tiene más o menos pelo o me llega por la cintura (ese y no otro era mi gran trauma adolescente: siempre me molaban bajitos).Pero sí que me gusta que los que veo en la gran pantalla sean macizos macizorros. Lo cortés no quita lo valiente, vaya.
A mí, lo que realmente me gusta de esta visibilidad de la "mujer real" es las consecuencias que espero que tenga. Que la realidad en las tiendas de moda sea que una 44 no sea considerada talla grande (¿Alguien sabe si a Marilyn la mandaron a "esa" sección alguna vez?. Lo dudo bastante). Que dejen de consolarte con el típico :"No, mujer, es que eres grandota, eso es lo que te pasa, deberías de buscar otro tipo de vaquero" ( y tú deberías de lobotomizarte, capulla). Que una tarde de compras no sea una experiencia humillante para nadie. Y que si estás sana, que, a la hora de la verdad es lo más importante, y te da la realísima de plantarte la minifalda y el top lorcero (nunca entenderé por qué los llaman "tops lenceros" si en realidad lo que se enseña es la lorza), pues lo hagas. Que la alegría no se mide por tallas, sino por botellones de risas. Y que si el bikini de este año te queda como un tanga, pues dale duro con él. Y dejemos convivir al lomo ancho con el delgado, que en la variedad está el gusto, caramba.