
En Thule estos días hace un frío del megacopón. Todo invita a quitarse los polisones y dejarse el leotardo, a llevarse el tomazo a la chaisse-longue con tazas de té sacarinadas. Y en eso estoy: el Capitán no puede visitarme estos días, parece que las cortesanas, consejeras y amigas tampoco, así que vuelvo a mis lecturas findesemánicas, ya que ahora, mi tiempo lo consumen ICABS, la norma ISO 11620 y la madre que parió a Ranganathan. Febrero es un mes de muchas querencias, aunque nunca he sido muy sanvalentinera (aún así no me pongo nada tonta y acepto todo tipo de prebendas) coincide el día del santo del cuore rojo con A favor del amor de Cristina Nehring en mi mesilla.
Me está gustando lo que leo porque me lleva a una reflexión a la que llevo dándole vueltas mucho tiempo: ¿por qué consideramos la llegada de la pasión, del desenfreno, del brutal y radical enamoramiento como una asunción de la debilidad? ¿Es esa flecha metafórica que nos clava Cupido una puntilla a la sensatez? ¿Van de la mano esa pérdida de la realidad y la posibilidad del goce de ser correspondido? Y lo más interesante que nos cuenta. ¿Por qué siempre ha habido esa visión condescendiente, casi despectiva de la mujer enamorada? Nehring, que es muy listiña y sabe hasta dónde puede/debe llegar-bordea la crítica feroz a ciertos sectores del feminismo- cita la experiencia de Mary Wollstonecraft (autora de Vindicación de los derechos de la mujer), ninguneada intelectualmente por efecto de una pasión que la llevó al borde del suicidio en dos ocasiones. ¿Y Petrarca, Larra, Shakespeare, Dante.. en fin, toda esa sarta de hombres que pudieron pasarse la vida pingando el moco por la Laura de turno sin que nadie los criticase? Más bien al contrario: se considera ese "signo de debilidad" como "signo de sensibilidad". Lo que a unos dignifica a otras ridiculiza. Qué rasero tan diferente. Con razón cita a Simone de Beauvoir que, en El segundo sexo, decía que "Hay pocos crímenes que tengan peor castigo que esa falta generosa:entregarse totalmente a unas manos ajenas". Y yo añadiría: "Especialmente cuando destilas felicidad. No hay nada más ofensivo".
Nehring no establece un paralelismo facilón entre no dejar que crezca, nazca, se reproduzca y muera la pasión con un estado de ataraxia epicúrea. No defiende la tormenta romántica y un "allá vamos" ante todo. En mi opinión su análisis es más interesante porque, lo que realmente critica es lo que ella llama la "domesticación" de la pasión y, en consecuencia, la retracción ante el riesgo, ante la posible leche que nos podemos-y nos llevaremos, seguro-con todas las de la ley. Aquí no hay ningún trato. Es la posibilidad de que el homo ludens se convierta en homo pasionatis. Ni más ni menos….
Y yo que creo siempre que las grandes pasiones están por llegar. …Y mientras tanto me acuerdo de aquella película tan chorra de Barbra Streissand (Qué tía tan lista. Como es la productora , la dire y la guionista se marca unos partenaires que están tremendos) que se llamaba algo así como "El amor tiene dos caras". Ella, profe universitaria, está dando una clase sobre el amor en la literatura universal.Los alumnos participan y van saliendo consecuencias negativas del amor fou. Y ella termina diciendo algo así como "¿Y entonces por qué nos enamoramos? Pues porque mientras dura, es de puta madre". Pues eso: doméstico o mundano, palpable o imposible, que el enamoramiento caiga sobre nosotros. And may the force go with you.