De deberes y derechos : post para un 10 de diciembre
Vaya por delante que las reivindicaciones, si son justas y fundamentadas, son siempre legítimas. Siento tanto respeto por el que intenta erradicar el sufrimiento animal como por el que se deja las anginas en el griterío de la supervivencia de un modo de vida que los habitantes de este rincón del planeta conocemos bien: acabamos de sufrir el caótico tráfico derivado de una tractorada que es una llamada de auxilio ante la muerte anunciada del campo (a veces una se siente muy snob y cabrona cuando se queja de determinadas incomodidades). Pero hoy es día 10 de diciembre y una aficionada a las efemérides-desde que soy descreída ya no leo el santoral-reconoce el día de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
No vamos a hablar de la sangría humana de la inmigración. De que tu propia tierra y tu piel sean tus enemigos porque sí. De que la presunción de inocencia se convierta en un espectáculo de circo romano: véase la muerte de la pobre cría y la pegatina de "cabrónhijodeputa" que le estampamos, a sangre y fuego, sin anestesia ni preguntar,automáticamente, al compañero de su madre. Que los territorios más defendibles de ofensa lo sean en una magnitud directamente proporcional a sus reservas de según qué líquidos negros (Coca-Cola y petróleo, claro está). Que la RAE no haya podido anular, por vacías, las palabras "refugiado", "asilo", "discriminación" como si de un virus erradicado se tratase y meterlas en un archivo oscuro, a muchos metros bajo tierra, donde viven las palabras olvidadas.
Claro que es legítimo movilizarse contra una ley de economía sostenible. Pero que los árboles nos permitan ver el bosque: hablar de derechos es llenarse la boca. Y mientras el mundo siga siendo el mundo que conocemos, ese al que damos la espalda, ese que nos azuza con noticias susceptibles de zapeo, por aburridas, por sabidas, porque ya no nos sacuden de ninguna manera, la reflexión va también por saber cuánto de rollete biempensante tenemos en nuestro confortable horizonte de expectativas occidental. Suscribo el manifiesto como suscribo muchas otras cosas que me interesan…pero ¿en qué burbuja vivimos que nos movemos sólo por aquello que no nos hace mancharnos las manos? . Me falta la vehemencia o el talento, y tampoco suscribo al cien por cien, los argumentos de Folerpa. Pero quiero leerlos. Y, la verdad, no son nada reconfortantes.
Y este post no tranquiliza nada mi conciencia. Una siente que tiene más derechos que otros y no le hace sentirse mejor: le hace saber que tiene una suerte de narices, pese a sus penitas de pija provinciana. Tengo más derechos, pero no soy ni más ni menos humana.Pero no igual. Y esa,y sólo esa,es la gran mentira.
Sólo puedo decirte que estoy absolutamente de acuerdo contigo. Una cosa son los derechos, que nadie discute, y otra los derechos fundamentales. Ojalá estos estuvieran garantizados, de verdad, tal y como dice la Constitución, para todos los que vivimos en este país. Y más cuando día a día te enteras de lo mal que lo está pasando alguna gente que está mucho más cerca de nosotros de lo que pensamos…
Los derechos son convencionalismos, como tantos otros. Se inventan en función de los caprichos de los poderosos, que están en condiciones de hacerlos valer para ellos mismos.
Todo el mundo tiene «derecho» a una vida sexual, pero obviamente nadie tiene el deber de facilitársela, tendrá que currárselo. Con el «derecho al trabajo» , y tantos otros, pasa algo parecido (pero si lo dices eres un «facha»).
P.S. Tengo un amigo que está convencido de que tiene «derecho» a no ser invadido por la música ambiental permanentemente, y piensa que el autor del cuadro que ilustra tu post pensaba lo mismo cuando lo pintó.