Fragmentos de un diario futuro (VIII)
Siempre me has hecho reír muchísimo: tus ideas sobre las relaciones entre hombres y mujeres, tu interés por las vidas privadas de los camareros, cómo te enfadabas cuando hablabas de libros divulgativos, cómo silbabas a todas horas distintas melodías para mofarte de mi pésimo oído. Sí, me hacías reír. Incluso en los momentos de intimidad más solemne, reíamos si nos enredábamos juntos. Muchas veces sin pretenderlo, sólo hablándome de la sorprendente empatía que descubrimos en los ojos del otro, al comenzar frases tú y terminarlas yo, al echar la mano al teléfono para llamarnos al mismo momento, al reconocernos, adolescentes y absurdos, en conversaciones en las que ninguno de los dos quería colgar… Reíamos cuando devorábamos juntos el tiempo. Reíamos cuando hacíamos recuento de instantes infinitos. Me hacías reír al doblar la ropa cuidadosamente sobre la silla, en un dormitorio que era una leonera, colocando así, como en un tablero de ajedrez, los calcetines frente a tu camisa, el cinturón colgando del vaquero, tu mochila al pie y tus zapatos a un costado….Un día dejé de ver tu sombra llegando a mi portal, asomada a mi balcón, pertrechada de sonrisas para gastar y de tiempo para compartir. Y con tantos y a la vez tan pocos momentos de risa, no entiendo cómo hoy, de la forma más rara, me haces llorar.