Despertares (2)
En medio del rigor del duermevela, pudo entrever su cuerpo al trasluz. Le gustaba mirarla así, cuando abandonada a todo se incorporaba y encendía un cigarro. Recordaba todos los ángulos de su cuerpo, un cuerpo que le hacía temblar sólo con verlo, por eso se sonreía cuando ella, en un gesto innato de pudor absurdo mamado en cole de monjas, se tapaba los pechos con la sábana. Su cuerpo,una intensa geografía que podía adorar, perseguir, recorrer y agotar sin brújula ni víveres. En esa antología de piel salvaje quería quedarse a vivir. Preparaba el momento para decírselo, porque en el íntimo vacío de su corazón, no había espacio para explicaciones. Había comprendido que aquellos vaivenes de deseo eran la frontera última,y, por una vez en la vida, se rindió a las palabras. Cuando ella lo desarmó con aquel gesto cómplice de pellizcarle la nariz, el discurso salió de su boca casi sin pensar. Automáticamente se arrepintió, porque, aunque su experiencia en esas lides era nula, casi sabía que el amor, la mayor parte de las veces,es mentira.