Anchoas y Tigretones

Archivar para el mes “octubre, 2009”

Fragmentos de un diario futuro (final, por el momento)

 

Un final abierto 

 

 

Siempre me han gustado los finales abiertos. Como espectadora, como lectora ,quiero ser quien descubra o participe de la suerte de esos seres frente a mí, en la letra impresa, en la imagen. A veces hay un guionista malsano, o un pesadito de esos que tocan en la fila de delante, que nos incordian con su sapiencia o punto de vista impuesto, porque sí, porque quieren. Y carpetazo al asunto.

A mí me gusta seguir imaginando qué sucede con tal o cual personaje, con esa historia que acabo de escuchar o presenciar, cómo las posibles vías van perfilandose en mi  cabeza cuando voy saliendo del cine o cuando cierro de golpe el libro recién terminado. ¿Tendrían al final las estirpes condenadas a cien años de soledad una segunda oportunidad sobre la tierra? ¿El niño que en ocasiones ve muertos podrá, con el tiempo, predecir más futuros? ¿Pueden un gendarme y un tabernero borracho iniciar una amistad en un aeródromo? ¿Cómo sería Lolita más allá de los treinta años? ¿Y lady Lindon? ¿Le seguiria temblando el pulso al firmar la asignación del que fue su marido al compás de una zarabanda? Puedo pensarlo, digerirlo, alargarlo. Esbozar posibilidades cómicas, dramáticas, trágicas incluso. Dar rienda suelta a la encrucijada cerebral que me provocan, como espectadora, como lectora, mi empatía enfermiza con algunos personajes e historias. Pero claro, el amor es un juego plagado de cartas marcadas. No puedo cortar el traje guionístico como una quiere. Porque quizás, y solo quizás, uno de los actores actúa como cree que el férreo guión, voluntariamente escogido, le impone.

Yo creo  que entre dos personas que se quieren no hay final ambiguo que valga. Y que el tiempo, el peso y el paso  del tiempo,no tapará nunca todo lo que ellos fueron. Lo que son. Lo que llegarán a ser. A pesar de ellos mismos. A pesar de la propia vida. Las historias  escritas entre dos son un intenso equipaje. Siempre.

(Nota final: Aunque algunas veces, solo algunas veces, "demasiadas cosas tengan que cambiar para que todo siga siendo igual").

Fragmentos de un diario futuro (VIII)

Reír y reír

 

Siempre me has hecho reír muchísimo: tus ideas sobre las relaciones entre hombres y mujeres, tu interés por las vidas privadas de los camareros, cómo te enfadabas cuando hablabas de libros divulgativos, cómo silbabas a todas horas distintas melodías para mofarte de mi pésimo oído. Sí, me hacías reír. Incluso en los momentos de intimidad más solemne, reíamos si nos enredábamos juntos. Muchas veces sin pretenderlo, sólo hablándome de la sorprendente empatía que descubrimos en los ojos del otro, al comenzar frases tú y terminarlas yo, al echar la mano al teléfono para llamarnos al mismo momento, al reconocernos, adolescentes y absurdos, en conversaciones en las que ninguno de los dos quería colgar… Reíamos cuando devorábamos juntos el tiempo. Reíamos cuando hacíamos recuento de instantes infinitos. Me hacías reír al doblar la ropa cuidadosamente sobre la silla, en un dormitorio que era una leonera, colocando así, como en un tablero de ajedrez, los calcetines frente a tu camisa, el cinturón colgando del vaquero, tu mochila al pie y tus zapatos a un costado….Un día dejé de ver tu sombra llegando a mi portal, asomada a mi balcón, pertrechada de sonrisas para gastar y de tiempo para compartir. Y con tantos y a la vez tan pocos momentos de risa, no entiendo cómo hoy, de la forma más rara, me haces llorar.

Solo ( o sólo) con azúcar

 

 mug de desayuno

 

Tomábamos café juntos todas las mañanas, nada más levantarnos. Era divertido sentarse a la mesa con la legaña puesta, desparramar todas las ocurrencias mañaneras que contenía el frigorífico para, después, querer solamente tomar café. Yo lo tomaba solo y él con mucho azúcar. Me gustaban aquellos ritos: yo ponía mi tazón favorito-que tenía un dibujo de Tintín y Milú-frente a él, le colocaba también una servilleta muy dobladita y un azucarero por si quería repetir. A veces sonaba la radio y le comentaba en alto, con muy galaicas interjecciones, las noticias que iban llenando el lento desperece de la mañana. Un día me di cuenta de que aquello no era bueno. No, no tenía sentido hablarle a una fotografía recortada del Hola. Tampoco era muy sano servirle café que, como es natural, no se tomaba. Pero ahora que Kyril de Bulgaria se divorcia, creo que voy a rescatar su foto olvidada y a  volver a darle el desayuno, que ya decía Arguiñano que todos los divorciados son unos malcomidos.

 

Despertares (2)

 

Tapada con la sabana, miro hacia atrásEn medio del rigor del duermevela, pudo entrever su cuerpo al trasluz. Le gustaba mirarla así, cuando abandonada a todo se incorporaba y encendía un cigarro. Recordaba todos los ángulos de su cuerpo, un cuerpo que le hacía temblar sólo con verlo, por eso se sonreía cuando ella, en un gesto innato de pudor absurdo mamado en cole de monjas, se tapaba los pechos con la sábana. Su cuerpo,una intensa geografía que podía adorar, perseguir, recorrer y agotar sin brújula ni víveres. En esa antología de piel salvaje quería quedarse a vivir. Preparaba el momento para decírselo, porque en el íntimo vacío de su corazón, no había espacio para explicaciones. Había comprendido que aquellos vaivenes de deseo eran la frontera última,y, por una vez en la vida, se rindió a las palabras. Cuando ella lo desarmó con aquel gesto cómplice de pellizcarle la nariz, el discurso salió de su boca casi sin pensar. Automáticamente se arrepintió, porque, aunque su experiencia en esas lides era nula, casi sabía que el amor, la mayor parte de las veces,es mentira.

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