Fragmentos de un diario futuro (IV): Amor y sistemas operativos
Cuand
o termine de escribir estas páginas las arrancaré, como llevo horas, días y tiempo intentando arrancar tu sonrisa, tu piel y tu sombra de mi alma. Pero qué curioso: arranco lo que escribo y lo guardo en un cajón, como esos escritores que guardan novelas y cuentos para esperar a su muerte y que los juntacadáveres hagan su agosto. Fíjate si soy clásica que hablo de arrancar, cuando en realidad hay una tecla que puede borrarlo todo, aunque la trampa de la documentación virtual nos permite hacer plantillas, cuando hay un sistema operativo que constantemente nos ataca en nuestra seguridad preguntándonos si "¿Está usted seguro de que quiere borrar esto?"cuando hoy casi es más difícil perder un escrito que una amistad trabada en los años y las confidencias. Sí, es difícil extirpar tumores de amor. Pero esta que yo sufro es una bendita enfermedad, es una intensa fiebre, es una dificultad expansiva, es un sacerdocio emocional. Y los troyanos acechan, que no los tirios. Te diré que los comentarios son siempre los mismos: te vas a llevar un tortazo (o lo que es lo mismo, no instales tantas cosas en el disco duro que te lo va a malear), no utilices software propietario (es decir, que tenga dueño), navega libremente (eso sí lo hago que soy Mozillera) y no surques aguas procelosas en hipocampos extraños. Y a mí, que siempre he gozado mucho del peligro y de sus angustias, que venero la sombra de tus manos en mi teclado, que ahora sólo espero tener una ventana abierta en mis redes sociales, me cuesta entender que nadie entienda que, por una vez, y a lo mejor sólo por esta vez, voy sin antivirus. Paso ampliamente de los programas espías. Y de borrarme la caché del navegador. Y además, qué coño: no me da la gana de resetear.
