Anchoas y Tigretones

Archivo para el día “febrero 21, 2009”

Sobre el cuerpo

Cuerpo perfectoFrente al espejo reconozco mi imagen. Soy yo la que está ahí enfrente, la de los ojos miopísimos y muy azules, la de piernas larguísimas e inexistentes muñecas. Tengo la nariz muy chata y en forma de porrón. También tengo muchas pecas y lunares. Dice Hal que mis manos son como salchichitas. Soy grandota. Y mi voz hace que Tom Waits parezca un monje cantando gregoriano.  Hay días que me gusto más, otros mucho menos, pero aprendí a aceptar la silueta-y la talla, en consecuencia-de mi contorno. Del lugar que mi presencia dibuja en el espacio. Mi yo. Mi cuerpo.

Hablaba con alguien el otro día sobre el cuelgue y la atracción. A veces es algo cerebral, otras, muchas, es algo que tiene que ver con la piel. Y no hablo de pieles perfectas. Hablo de una extraña sintonía en la que juegan como te sientas con esa persona, cómo llega su voz a tus oídos, cómo arruga la nariz ante las cosas e incluso cómo evita mirarte directamente. ¿Nos queremos acostar con cerebros o con  cuerpos? Pues no lo sé. Pero todo, todo tiene un envoltorio. Y a veces nos sorprende cómo empezamos a fijarnos en la realidad de esa persona. Y cómo es posible que nos guste si no somos de rubios. O con lo bajito que es. O con el poco pelo que le queda. Pero nos molan. Y no nos importa. Y vemos su cuerpo, su espacio de otro modo. Y, hombre, estas cosas pues como que tienen su punto….

Muchos tienen una relación complicada con su cuerpo. Lo odian, lo esconden, lo agreden. También la belleza puede ser un don amargo que esconda otra realidad mejor. O el espejismo, el trampantojo del vacío. Pero nos ubica. Nos proporciona identidad-el gordo, la alta, el que está bueno, la de gafas-todo tiene relación con nuestro yo físico. Y es el que necesitamos recuperar cuando nos falta. Cuando un Barba Azul de barrio destruye la vida por delante de una princesa de quince años y la tira al río. Y la buscan para recuperar lo que queda de su yo,  para poder ubicarla, además de en la memoria,en el sitio donde poder llevarle flores. Y también buscan el cuerpo de un inmigrante que soñaba con Eldorado y que ni siquiera tiene nombre por el que llamarle. Pero que detrás también dejó unas rutinas, una familia, un hogar…y del que nadie volverá a saber nada. Ni del incierto destino de su cuerpo.

Yo creo que la dimensión física es siempre un inventario de dones y maldiciones. 

 

Navegador de artículos