En defensa de las mujeres difíciles
Hoy estoy cruzadita, así que os podéis preparar. Anchoastigretoneros, soy una balsa de aceite combinada con un mar de tranquilidad-peace, love and rock and roll-pero hay cosas que le tocan a una mucho la moral. Me pongo en jarras, porque la de hoy va lercha. Me va a salir un poquito autobiográfica, pero pido perdón de antemano. Let’s go.
Aunque ya hace mucho, mucho tiempo que renuncié a entender ciertas cosas-además de la teoría de las cuerdas, el formato Marc para publicaciones seriadas y el éxito de Los Serrano, entre otras-me persigue un fantasma en mi vida que, además de no entender, molesta tanto como el inquilino de la señora Muir. Me refiero al pánico, pájara o calculado y mal disimulado terror ante las mujeres que bromean, hablan alto, beben como cosacas y actúan, de forma no buscada, por lo que socialmente se entiende como conducta masculina. Entendámonos: soy una mujer, mujer, mujer de lo más radical. Y abandero la sensualidad y feminidad como la que más. Pero me molesta que se entienda como conducta femenina la apocada y sombría presencia, el segundo plano sonriente y de descanso del guerrero. Ya sé, ya sé que me estoy deslizando por los tópicos. Pero es que es radicalmente cierto. Y pasan los años, conseguimos cosas, y seguimos igual. Las mujeres que hacen humor, por lo menos en España, parece que tienen que tener un físico poco amenazador. Es decir, si eres una cachonda mental no puedes estar buena. Soy la megafan de Paz Padilla, pero me alegro de que exista Patricia Conde.Y no acepto la condición de ser una tía difícil, es decir, alguien que cuestiona, que discute, que se le va la fuerza por la boca, porque tenga un físico de tal o cual manera. Pues mira sí: tengo piernas, tetas, culo y cerebro. Y sentido del humor. Y un coeficiente intelectual bastante aceptable. Y no creo que soltar un buen taco en medio de una conversación si la ocasión lo merece haga perder a nadie un ápice de tirón sexual. Y lo dice una señora que está muy bien educada, que conste.
Todo esto viene a colación porque, después de unos diálogos y conversaciones divertidas y gratificantes con algunas personas llegadas a mi vida recientemente, la conclusión es que, si haces reír, si admites que el frivolizar de forma inteligente-nunca entenderé el concepto de humor inteligente, el humor SIEMPRE es inteligente-o el quitar hierro a las cosas implica desaparecer del mapa masculino, oh cielos : vivo condenada a la soledad más radical. Si ya me parecía a mí que el mundo de la pareja era complicado, resulta que esta manera de ser da miedo. Da miedo, asusta y acojona. Ayer me definieron como una mantis religiosa. A mí, que no sé ligar, que no me entero de nada en ese terreno y que, como en el anuncio, sufro en silencio (no las hemorroides, qué ordinariez) sino la distante atracción de alguno que yo me sé y el "tierra de por medio" de otros que yo me sé también.
Lo siento mucho: no se puede cambiar. S. me dijo un día que yo le atraía un huevo,pero que le daba mucho miedo e intentar explicarlo era como explicarle a un pez por qué es un pez. No se puede. Yo creo que sí se puede. Y tiene más que ver con el hecho de que siempre te verán como una compañera, como una colega que puede estar más o menos buena, que te puede atraer pero ante la que nos atamos al palo mayor de la nave para no sucumbir a sus cantos de sirena. Pobres Ulises. No saben lo que se pierden. A mí, la pobre Penélope, bordando y desbordando en su chalet adosado de Ithaca, siempre me pareció una pedorra. Pero qué va a decir una tía que además de republicana reivindica el reino femenino de una Sigrid de papel couché. Contradicción y pelea, que decía el otro.
Y lo que viene ahora es para alguien que no se acojonó, simplemente que no le gusté tanto como él me gusta a mí. Porque no vamos a caer en la trampa de pensar que somos las chicas de portada del Playboy. Ni los premios Nobel no reconocidos. Ni la pera bananera. No. Somos lo que somos. Y a quien no le guste, sintiéndolo mucho, ajo y agua. No soy ni una cínica descarada ni una diletante. Soy, como muchas otras mujeres, algo más. Y eso, hay que romper el hielo para entenderlo.