Microrrelato, microvida
Abrí aquel tomo y empecé a pasar las páginas. Leí sobre una noche cómplice de lágrimas y sonrisas. Sobre arena y agua de mar bajo el sol del verano. Recorrí las líneas en las que se escondían los adoquines de Viena, los bosques de Somiedo, las luces de la Navidad en la ventana de un apartamento desvencijado. Entre el primer párrafo y el último sentí de nuevo una mano cálida en el cine, vi la bruma y la lluvia del invierno veladamente, entre juegos de sábanas de domingos grises, oí una risa infantil muy lejana, bebí espuma de cerveza en las terrazas de la ría, encontré un yogur caducado en la nevera. Cierro el libro y apago tus ojos. Sin besar tus pestañas y con el alma en jirones, firmé en el colofón, donde señalaba el abogado, la rúbrica triste, de mutuo acuerdo, de este final.
Te quiero, princesa.
Es el momento de hacer el viaje de tu vida. Creo que con un par de bikinis, unos vaqueros y cinco camisas te llegarían…si te quedan moscosos, claro. Ah…por supuesto, todo recto hacia el Sur.
Mi niña, abrirás libros que no tiene final triste,incluso que no tienen final… Muchos besazos y citándote a ti misma:»¡vive!» 🙂
De que te liberaches con esa rúbrica? Que camiño espera despois do índice profesional do avogado? Hai aire despois da angustia, das sospeitas, dos pasos por unha vida que xa non nos pertence?
Sigo crendo que a túa beleza espera polo teu recoñecemento.
Moitos bicos, miña princesa.
Marina y yo también te queremos
Gracias a todos, Esther me alegro de que te estrenes con un comentario… se agradece todo este calor muchísimo, y a los que no escribís pero me leeís y me habéis llamado o emileado gracias, gracias.
Ya dejo la autocompasión aparte y os pido encarecidamente que me presentéis a jóvenes crápulas millonarios que deseen dilapidar su fortuna familiar con una divorciada cuarentona de buen ver… 😀