Microrrelato, microvida
Abrí aquel tomo y empecé a pasar las páginas. Leí sobre una noche cómplice de lágrimas y sonrisas. Sobre arena y agua de mar bajo el sol del verano. Recorrí las líneas en las que se escondían los adoquines de Viena, los bosques de Somiedo, las luces de la Navidad en la ventana de un apartamento desvencijado. Entre el primer párrafo y el último sentí de nuevo una mano cálida en el cine, vi la bruma y la lluvia del invierno veladamente, entre juegos de sábanas de domingos grises, oí una risa infantil muy lejana, bebí espuma de cerveza en las terrazas de la ría, encontré un yogur caducado en la nevera. Cierro el libro y apago tus ojos. Sin besar tus pestañas y con el alma en jirones, firmé en el colofón, donde señalaba el abogado, la rúbrica triste, de mutuo acuerdo, de este final.